5. Agradezcamos al Señor que haya tantos hombres y mujeres que viven su entrega a los pobres y excluidos y comparten con ellos; personas de todas las edades y condiciones sociales que practican la acogida y se comprometen al lado de quienes se encuentran en situaciones de marginación y sufrimiento.
No son superhombres, sino "vecinos" que encontramos todos los días y que en silencio se hacen pobres con los pobres. No se limitan a dar algo: escuchan, dialogan, intentan comprender la situación y sus causas, dar consejos adecuados y referencias correctas. Están atentos a la necesidad material y también a la espiritual, a la promoción integral de la persona. El Reino de Dios se hace presente y visible en este servicio generoso y gratuito; es verdaderamente como la semilla que cae en la tierra buena de la vida de estas personas y da su fruto (cf. Lc 8,4-15). La gratitud a tantos voluntarios pide oración para que su testimonio sea fecundo.
6. En el 60 aniversario de la Encíclica Pacem in terris, es urgente retomar las palabras del santo Papa Juan XXIII cuando escribió: "Todo ser humano tiene derecho a la existencia, a la integridad corporal, a los medios indispensables y suficientes para un nivel de vida digno, especialmente en lo que se refiere a la alimentación, el vestido, la vivienda, el descanso, la asistencia médica y los servicios sociales necesarios; y, por tanto, tiene derecho a la seguridad en caso de enfermedad, invalidez, viudez, vejez, desempleo y en cualquier otro caso de pérdida de los medios de subsistencia por circunstancias ajenas a su voluntad" (n. 6).
¡Cuánto trabajo nos queda por delante para que estas palabras se hagan realidad, incluso mediante un compromiso político y legislativo serio y eficaz! Que, a pesar de las limitaciones y a veces fracasos de la política para ver y servir al bien común, se desarrolle la solidaridad y subsidiariedad de tantos ciudadanos que creen en el valor del compromiso voluntario de dedicación a los pobres. Se trata, sin duda, de estimular y presionar a las instituciones públicas para que hagan bien su deber; pero no tiene sentido permanecer pasivos esperando recibirlo todo "de arriba": los que viven en la pobreza también deben implicarse y ser acompañados en un camino de cambio y responsabilidad.