El Papa León XIV firmó el prólogo de la nueva edición publicada por la Librería Editorial del Vaticano (LEV) del libro La práctica de la presencia de Dios, del fraile carmelita descalzo Lorenzo de la Resurrección, un clásico de la espiritualidad cristiana del siglo XVII, que, según escribe, es “uno de los textos que más han marcado mi vida espiritual”.

La importancia personal que el Pontífice da a esta obra se conoció durante el vuelo de regreso a Roma al término de su primer viaje internacional, que lo llevó a Turquía y al Líbano. “Es un libro realmente sencillo —afirmó entonces—, escrito por alguien que ni siquiera firma con su apellido, el hermano Lorenzo. Pero describe un tipo de oración y de espiritualidad en el que uno simplemente entrega su vida al Señor y permite que el Señor lo guíe”.

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Portada de la nueva edición publicada por la Librería Editorial del Vaticano (LEV) del libro La práctica de la presencia de Dios, del fraile carmelita descalzo Lorenzo de la Resurrección. Crédito: Vatican Media
Portada de la nueva edición publicada por la Librería Editorial del Vaticano (LEV) del libro La práctica de la presencia de Dios, del fraile carmelita descalzo Lorenzo de la Resurrección. Crédito: Vatican Media

"Este es uno de los textos que más han marcado mi vida espiritual"

En el prólogo que ahora acompaña la edición vaticana, el Papa profundiza en esta experiencia personal y sitúa la obra dentro de su propio camino de fe. “Como he tenido ocasión de decir, junto con los escritos de san Agustín y otros libros, este es uno de los textos que más han marcado mi vida espiritual y que me han formado sobre cuál puede ser el camino para conocer y amar al Señor”, escribe.

León XIV subraya que el pequeño libro del carmelita descalzo pone en el centro no sólo una experiencia, sino una verdadera “práctica” de la presencia de Dios, vivida en la cotidianidad. 

Se trata, explica, de un camino “sencillo y arduo al mismo tiempo”: sencillo, porque no exige otra cosa que “hacer memoria constantemente de Dios, con pequeños actos continuos de alabanza, oración, súplica y adoración, en cada acción y en cada pensamiento, teniendo como horizonte, fuente y fin solo a Él”.

Arduo, porque exige “un camino de purificación, de ascesis, de renuncia y de conversión de la parte más íntima de nosotros, de nuestra mente y de nuestros pensamientos, más aún que de las acciones”, detalla.

En este contexto, el Pontífice cita la exhortación de San Pablo a los filipenses —“Tengan en ustedes los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (Flp 2,5)— para subrayar que “no sólo han de conformarse a Dios las actitudes y los comportamientos, sino nuestros propios sentimientos, nuestro mismo modo de sentir”.

Conexión con la mística y Santa Teresa de Ávila

El Papa vincula la experiencia descrita por fray Lorenzo “como una relación personal hecha de encuentros y coloquios, de ocultamientos y sorpresas, de abandono confiado y total” con la gran tradición mística de la Iglesia, evocando especialmente a Santa Teresa de Ávila y su célebre referencia al “Dios de las ollas”, presente también en las tareas más humildes. 

A su juicio, la fuerza del texto reside precisamente en proponer “un camino practicable por todos, precisamente porque es sencillo y cotidiano”.

León XIV destaca asimismo el tono de “gran humildad” y de “humor” del carmelita del siglo XVII, que sabe bien que “toda realidad terrena, incluso la más grandiosa e incluso la más dramática, es poca cosa frente al amor infinito del Señor”.

De ahí la confesión irónica de fray Lorenzo, que se sentía “engañado” por Dios, al haber encontrado en la vida monástica —a la que había entrado con afán penitencial “para sacrificarse y expiar duramente los pecados de su juventud”— una existencia colmada de alegría.

Las tareas cotidianas  “se vuelven fáciles y ligeras”

En el prólogo, el Pontífice subraya que este camino espiritual, en el que la presencia de Dios se vuelve “familiar y ocupa nuestro espacio interior”, produce “gracias y riquezas espirituales” y hasta las tareas cotidianas “se vuelven fáciles y ligeras”.

Finalmente, León XIV sitúa el mensaje del hermano Lorenzo en el contexto del mundo actual. Los escritos de este carmelita, que atravesó con fe luminosa un siglo marcado por conflictos y violencias, “no ciertamente menos violento que el nuestro”, pueden —afirma— “ser inspiración y ayuda también para la vida de los hombres y mujeres del tercer milenio”.

Más allá del “moralismo” y las reglas

“Nos muestran que no existe circunstancia alguna que pueda separarnos de Dios; que cada una de nuestras acciones, cada una de nuestras ocupaciones e incluso cada uno de nuestros errores adquieren un valor infinito si se viven en la presencia de Dios, continuamente ofrecidos a Él”, asegura.

El Papa concluye que toda la ética cristiana “puede resumirse verdaderamente en este hacer memoria constante del hecho de que Dios está presente”. 

“Él está aquí. Esta memoria, que es algo más que un simple recuerdo porque implica nuestros sentimientos y afectos, supera todo moralismo y toda reducción del Evangelio a un mero conjunto de reglas, y nos muestra que realmente, como Jesús nos prometió, la experiencia de confiarnos a Dios Padre nos da ya el ciento por uno aquí en la tierra”, explica. “Confiarnos a la presencia de Dios significa saborear un anticipo del Paraíso”, concluye.