La expectativa crece en todo el Líbano mientras el país se prepara para recibir al Papa León XIV la próxima semana. Sin embargo, la visita no es un hecho sin precedentes: el Líbano ha recibido a otros dos pontífices en tiempos recientes —Juan Pablo II en 1997 y Benedicto XVI en 2012— viajes recordados como hitos en una nación marcada por el conflicto y la resiliencia.
Mientras los preparativos se intensifican, muchos de quienes vivieron las visitas papales anteriores reflexionan sobre su impacto y los recuerdos que conservan, memorias que moldean las expectativas de lo que la llegada del Papa León podría traer.
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Recordando a Juan Pablo II en el Líbano
El Papa Juan Pablo II llegó al Líbano en mayo de 1997, llevando consigo la exhortación apostólica “Una nueva esperanza para el Líbano”. Robert El Haybe, que tenía 33 años en aquel entonces, compartió con ACI Mena —agencia en árabe de EWTN News— sus recuerdos de aquel viaje. Rememora el calor humano, la bienvenida y las calles completamente llenas de gente.
“Todos estaban allí, incluidos los musulmanes. Fue extremadamente hermoso”, dijo.
La visita tuvo lugar en pleno periodo de ocupación siria del Líbano, un tiempo marcado por tensiones políticas y un fuerte control sobre la expresión pública. Entonces existía preocupación entre las autoridades sirias de que la presencia del papa pudiera provocar un movimiento más amplio o derivar en protestas. Muchos cristianos libaneses establecían paralelos entre el Líbano bajo dominio sirio y Polonia bajo el control soviético, recordando el papel decisivo que Juan Pablo II jugó al movilizar a la sociedad polaca contra el comunismo.
Por ello, los funcionarios sirios insistieron en que el viaje fuera estrictamente pastoral y no político. Sin embargo, incluso con esas limitaciones, la visita cargó con un profundo peso simbólico. Las enormes multitudes, la unidad en las calles y la abrumadora respuesta pública demostraron la profunda significación espiritual y nacional que la presencia del papa tuvo para el pueblo libanés.
Aunque la ocupación siria terminó en 2005, no muchas cosas han cambiado en el Líbano, dijo El Haybe. En su opinión, la guerra simplemente cambia de forma: de confrontación militar, a colapso financiero, a parálisis política.
Hoy las opiniones están divididas: algunos creen que una visita papal puede traer un cambio real, mientras otros adoptan una visión más moderada, viéndola principalmente como un momento de oración y apoyo pastoral más que como un evento capaz de transformar la realidad política.
Para El Haybe, el impacto de la visita de San Juan Pablo II fue claro: ofreció apoyo a los cristianos que se sentían abandonados. “Los cristianos estamos olvidados; nadie piensa en nosotros excepto el papa”, dijo, añadiendo que, aunque muchos países dicen ayudar al Líbano, “ninguno realmente lo hace”. En su opinión, la presencia del papa, incluso con influencia política limitada, honra al pueblo, lleva un mensaje de paz y recuerda a los demás que los cristianos en el Líbano simplemente desean vivir juntos.
Recuerdos de la visita de Benedicto XVI
Quince años después, el Papa Benedicto XVI visitó el Líbano del 14 al 16 de septiembre de 2012. Elie Baroud, un maronita que tenía 19 años entonces, recuerda el tenso contexto regional: Medio Oriente estaba en agitación y la guerra civil siria comenzaba a extenderse hacia el Líbano, marcando el inicio de un periodo difícil. En ese escenario, dijo, la visita del Papa Benedicto fue vista como una luz de esperanza y fue esperada con entusiasmo por millones de libaneses.
Baroud recuerda haber visto al papa el 15 de septiembre, el segundo día del viaje, cuando Benedicto XVI visitó al Sínodo de Obispos en el Patriarcado Católico Armenio en Bzommar, el pueblo donde vivía su familia extendida.
Conserva muchos recuerdos hermosos de ese día. “Mirando atrás, me siento bendecido de haber podido experimentar el mismo renacer espiritual y esperanza en mi corazón que aquellos que eran lo suficientemente mayores como para recordar la visita de Juan Pablo II”, dijo, señalando que Juan Pablo II ocupa un lugar especial en el corazón de cada cristiano libanés.
Baroud recuerda que estaba entrando a la adultez en un periodo extremadamente inestable, cuando fuerzas terroristas —aún no conocidas como ISIS— amenazaban con cruzar la frontera libanesa, Hezbollah participaba activamente en el conflicto sirio y la economía ya mostraba señales de fragilidad severa.
“Era un tiempo inquietante; las cosas podían estallar en cualquier momento,” señaló. En ese contexto, la visita de Benedicto XVI actuó como un escudo, una bendición y una fuente de consuelo, recordándole que el Líbano, y especialmente sus cristianos, no estaban olvidados.
Paralelos entre épocas
Baroud subrayó que los paralelos entre la visita próxima del Papa León XIV y la de Benedicto XVI en 2012 no pueden subestimarse. Señaló que el Líbano vuelve a sufrir un conflicto regional, con la guerra entre Israel y Gaza expandiéndose hacia territorio libanés, y con una economía aún peor que hace una década.
“El Líbano hoy sigue enfrentando tensiones intercomunitarias, presiones económicas y una población exhausta y desgastada,” dijo.
“En los últimos cinco años hemos sido testigos de la explosión del puerto de Beirut —una de las mayores explosiones no nucleares registradas—; vivimos la pandemia del coronavirus, el colapso económico, y la gente ha perdido sus ahorros en los bancos, dejando a familias vulnerables y al borde de la bancarrota. Y justo cuando las cosas parecían mejorar, la intervención de Hezbollah en la guerra de Gaza invitó a los israelíes a bombardear el Líbano de nuevo, colocando otro obstáculo ante cualquier esperanza de vida normal en este país”.
Mirando hacia adelante, Baroud cree que el contraste entre ambas visitas se reflejará en el mensaje del papa.
“El Líbano siempre ha sido presentado como un modelo de convivencia para el mundo, y estoy seguro de que ese mensaje regresará, como lo hizo con Juan Pablo II y Benedicto XVI. Sin embargo, en mi humilde opinión, si la convivencia fuera el único mensaje, sería redundante, y no creo que sea el único”, afirmó.
“Espero que el papa aborde nuestras exigencias de paz en la región, la restricción del uso de armas y artillería exclusivamente a las Fuerzas Armadas Libanesas, y la esperanza de que millones de libaneses expatriados —muchos de ellos cristianos obligados a salir por el entorno hostil— puedan algún día volver”, continuó.
“El Líbano ha pagado de más como portador de los conflictos de la región. Merecemos conocer la paz y la estabilidad. Necesitamos un Estado que proteja a todos sin favoritismo, donde nuestros jóvenes puedan construir su vida aquí en lugar de tomar aviones hacia el exilio. Necesitamos justicia, una economía sanada, seguridad y presión internacional para garantizar nuestra soberanía. Solo entonces este mosaico herido podrá volverse entero otra vez”.
Baroud enfatizó la importancia de la próxima visita. “Cuando el papa aterrice en Beirut, es un recordatorio al mundo de que nuestra antigua comunidad, golpeada por guerras, colapso económico y emigración, aún existe, aún importa”, dijo. “Estos momentos reúnen a nuestro pueblo, frenan la salida de nuestros jóvenes, elevan la moral y obligan a las potencias globales y líderes locales a recordar que los cristianos del Líbano no son reliquias del pasado, sino un hilo vital en el futuro de esta nación”.
Baroud añadió que habría sido “una bendición presenciar una visita del Papa Francisco,” señalando que los planes comenzaban a tomar forma antes del deterioro de su salud y su fallecimiento. “Que en paz descanse”, dijo.
Traducido y adaptado por ACI Prensa. Publicado originalmente en ACI Mena.

