El Papa León XIV llamó a la comunidad internacional a no abandonar al pueblo de Myanmar, que tras más de cuatro años del golpe de Estado militar, se encuentra sumido en una guerra civil de gran escala con consecuencias humanitarias devastadoras.
“Hermanos y hermanas, los invito a unirse a mi oración por quienes sufren a causa de los conflictos armados en diversas partes del mundo. Pienso en particular en Myanmar y exhorto a la comunidad internacional a no olvidar al pueblo birmano y a proporcionar la necesaria asistencia humanitaria”, dijo el Pontífice ante miles de peregrinos reunidos para la Audiencia General de este miércoles en la Plaza de San Pedro.
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El Papa expresó su profunda preocupación por la prolongada violencia en el país asiático, donde la población civil continúa soportando las consecuencias de enfrentamientos armados, desplazamientos forzosos y falta de acceso a recursos básicos.
Según las cifras que maneja la ONU, la crisis humanitaria ha alcanzado niveles catastróficos, con casi 20 millones de personas que requerirán asistencia en 2025, un aumento de casi diez veces desde el golpe. Además, 3,5 millones de personas están desplazadas internamente, viviendo en campos improvisados y en riesgo de hambruna, especialmente en el estado de Rakhine. La situación se ha visto agravada por desastres naturales, como el devastador terremoto de marzo de 2025, y la financiación insuficiente de la ayuda internacional.
La Santa Sede ha reiterado en múltiples ocasiones su cercanía espiritual al pueblo de Myanmar y su deseo de que se retome el camino del diálogo y la reconciliación nacional.
En su saludo a los fieles de lengua italiana, el Papa dedicó unas palabras de aliento a los participantes en la jornada jubilar de Agroambiente, agradeciéndoles su compromiso con el cuidado de la tierra: “Queridos amigos, les agradezco su valioso trabajo, del cual provienen los frutos de la tierra, y los animo a poner toda su atención en el cuidado de la creación”.
Finalmente, se dirigió con afecto a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados, recordándoles la llamada universal a la santidad: “Todos estamos llamados a ser santos. Los invito, por tanto, a adherirse cada vez más a Cristo, siguiendo los criterios de autenticidad que los santos nos han dado con su ejemplo”.




