Mientras esperan la renovación de los estatutos del Opus Dei, su Prelado, Mons. Fernando Ocáriz, afirma en su mensaje de este mes de octubre, que “la Obra está en nuestra manos”.

Aprovechando la conmemoración el 2 de octubre del aniversario de la fundación de la prelatura y el día 6 el de la canonización de San Josemaría Escrivá de Balaguer, Mons. Ocáriz animó a “considerar, con agradecimiento a Dios, la realidad de nuestra vocación al Opus Dei, con la consiguiente gozosa responsabilidad personal de esforzarnos en ser y hacer la Obra en servicio de la Iglesia”. 

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En un momento en el que está pendiente la renovación de sus estatutos, presentados el pasado mes de junio al Papa León XIV, Mons. Ocáriz recordó las palabras del santo fundador de la institución sobre su identidad y evolución: 

“Lo mismo que permanece la identidad de la persona a lo largo de las diversas etapas del crecimiento: niñez, adolescencia, madurez...; así hay, en nuestro desarrollo, evolución: seríamos, si no, cosa muerta. Permanece inconmovible el meollo, la esencia, el espíritu, pero evolucionan los modos de decir y de hacer, siempre viejos y nuevos, siempre santos”.

A este respecto, Mons. Ocáriz subrayó que es sobre todo en el apostolado personal donde los miembros de la Prelatura han de poner “creatividad e iniciativa en los modos de decir y de hacer” al tiempo que se procura “ser fieles a las normas y costumbres –de vida espiritual y apostólica– que nos transmitió san Josemaría”.

Para el Prelado, la evolución en las formas “ha sido y es una realidad a lo largo de este siglo de la Obra”, lo que se combina con que “nada cambia en el espíritu, ni en el contenido de las normas de piedad y costumbres de familia”.

Respecto de estas pequeñas acciones, Mons. Ocáriz explicó que contribuyen “a crear y mantener una tradición familiar” que tienen importancia como un elemento de “unidad actual y de unidad vital con el origen”.

Por otro lado, alertó de la posibilidad de “experimentar la tentación de la rutina al vivir las normas de piedad, las costumbres y los medios de formación. Si procuramos hacerlo con amor no existirá rutina ni acostumbramiento: el amor renueva todas las cosas”.

Dado que “cada día tendrá un resplandor nuevo y podemos redescubrir la belleza de nuestro espíritu”, el Prelado pidió tener muy presente que “deseamos ser fieles no sólo a algo —a un plan de vida— sino principalmente a alguien: a Jesucristo y, con él y en él, a nuestros hermanos y al mundo entero”. 

“La Obra está en nuestras manos, como una herencia recibida, un tesoro, que hemos de colaborar a hacer fructificar y transmitir, con la gracia de Dios y con alegría, a pesar de nuestras personales limitaciones y errores. Y sin desanimarnos tampoco ante las dificultades externas según los tiempos y lugares”, concluyó antes de pedir la unión con el Papa, en especial en sus deseos de paz para el mundo.