Con motivo del Día Internacional del Duelo Gestacional y Perinatal, la funeraria especializada En Vela organizó un coloquio en el que la fe afloró con naturalidad.

Así lo constataron Olatz y José Manuel, que el pasado año vieron morir a las 11 semanas de gestación a su hijo Jaime. Tras constatar que no tenía latido, los médicos les dieron las pastillas para provocar la expulsión del bebé en casa. 

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La dramática situación suscitaba en su corazón una pregunta: “¿Ahora qué hago con el cuerpo de mi hijo? No lo voy a tirar”. José Manuel expuso cómo, al ver a su hijo, se echó a llorar, se puso de rodillas y lo besó. “Se me activó toda la paternidad”, confesó. 

El proceso previsto es “descorazonador”, porque lo previsto es que el cuerpo del hijo vaya directo a las cañerías. Sin embargo, con la ayuda de En Vela, Jaime tuvo un entierro. 

Gracias a ellos, este matrimonio constató que “el cielo se nos hizo más patente que nunca”. Además, sus seis hijos vivos —tienen dos más en el cielo— “aprendieron que el mal existe, pero que no es la última palabra”. 

Un entierro digno

Diana Herrera ha concebido diez hijos, siete de los cuales aún viven. El último de ellos falleció a las nueve semanas de gestación y emprendieron una batalla administrativa y legal para lograr enterrarle con la dignidad que merece. 

Una de las luchas más importantes, fue lograr que figurara su nombre, Mateo Sebastián, y no “restos del feto de Diana Herrera”, lo que le costó bastante, hasta que encontró quien certificara su existencia. 

A diferencia que con los otros dos hijos que fallecieron, este último llevó al matrimonio a una “transformación”, en palabras de Diana: “Nos llevó a pedirnos perdón, a limpiar heridas del pasado y duelos no cerrados”, entre otras cosas. También supuso una lección importante para sus hijos, sobre el “respeto por la vida humana”. 

Este proceso ha supuesto además “un voto de confianza. Nos hemos fiado de la Providencia”, añadió Diana, quien también contó con el asesoramiento de En Vela. 

“Mi herida es mi tesoro”

Belén y Dale se casaron a una edad en la que la fertilidad comienza a ser más difícil. Hace 16 años, concibieron a su hijo Cosme. Les dieron la mala noticia de manera aséptica, poco humana, y les indicaron que debía acudir a los pocos días al hospital para realizar un legrado. “Lo acepté asumiendo que ‘esto es lo que hay’”, explicó Belén.

Así que casi no llegó a compartir sus sentimientos con su marido y, aunque su último pensamiento fue “¿a dónde va mi hijo?”, aquello quedó enterrado en su corazón durante años.  Así fue hasta que hace tres años oyó una frase que le ha cambiado la perspectiva: “Mi herida es mi tesoro”.

Ahora, Belén acompaña a otras mujeres que pasan por este trance como voluntaria de la funeraria En Vela.

“Cada uno tiene su nombre, su historia, su vida”

Inés y Jorge forman un matrimonio joven que ha asistido a la muerte de sus cuatro hijos. Con el cuarto, Lázaro, vivieron una experiencia diferente. Murió en el curso de un ingreso hospitalario de Inés por un motivo médico ajeno al embarazo. 

Cuando los médicos les vieron llorar juntos por ellos, el trato de los médicos cambió: “Antes yo era la paciente y los médicos me hablaban a mí. Cuando murió nuestro hijo nos empezaron a hablar en plural”, describió Inés. 

“En el informe del alta estaba escrito el nombre de nuestro hijo”, recordaron, lo que supuso “un reconocimiento que con los anteriores no sucedió”. 

“Soy como cualquier madre. Me encanta hablar de nuestros hijos. Cada uno tiene su nombre, su historia, su vida”, afirmó Inés, pese al dolor de la pérdida. 

Estar como la Virgen al pie de la Cruz

Patricia y Manuel llevaban cuatro años y medio intentando lograr un embarazo. En una de las ecografías, vieron que el niño “se movía muchísimo”, por eso resultó más sorprendente que, sólo cinco días después, en su primera visita al hospital donde iban a dar a luz, les comunicaran la mala noticia. 

“Fue un palo [golpe] descomunal”, describió Patricia. Cuando trasladaron al ginecólogo su intención de conservar el cuerpo para poder darle un entierro “se quedaron a cuadros”, muy sorprendidos. 

Por su parte, Manuel compartió que esta circunstancia “duele muchísimo, te arranca algo, te destroza. Te arranca una parte de vida que no volverá”. Y en medio de este desconsuelo, halló el ejemplo de la Virgen María al pie de la Cruz: “La Virgen no le dijo a Jesús ‘no duele tanto’, sólo estuvo”.