En el marco del Día Mundial de Prevención del Suicidio, la Comisión de la Pastoral de la Salud de la Conferencia Episcopal Argentina hizo público un “fraterno y urgente llamado” ante esta realidad que reclama una respuesta comprometida.
“El suicidio continúa siendo una herida profunda en nuestro mundo. Cada 40 segundos, una persona se quita la vida en alguna parte del planeta”, expone la comisión al inicio de su mensaje, con datos de la Organización Mundial de la Salud que revelan una cifra de más de 720.000 personas fallecidas por año por esta causa.
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“En Argentina, cada año mueren por suicidio más de 3.300 personas, realidad que duele e interpela dramáticamente”, lamenta, exponiendo datos del Boletín Epidemiológico Nacional, recogidos en el proyecto de adhesión al Día Mundial de Prevención del Suicidio del Senado Argentino.
En ese marco, considera que “estos datos, tan fríos como contundentes, reclaman de nosotros una respuesta comprometida, solidaria y esperanzada”.
“Como agentes de pastoral y comunidad creyente, estamos llamados no sólo a recordar que la vida es un don de Dios, sino también a cuidarla y promoverla con mayor fuerza que nunca, contando con la promesa del Señor: ‘Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia’”, afirma el texto.
En nombre de la Iglesia, expone la intención de “ser casa abierta, donde cada persona pueda experimentar la misericordia de Dios y la contención fraterna de sus hermanos”, al tiempo que “una comunidad en la que podamos compartir nuestras vulnerabilidades sin miedo, y encontrar sostén en la escucha del otro, en la oración y en la cercanía”.
Desde la Pastoral de la Salud, y en el marco del Jubileo, recuerdan que “la esperanza es posible, pero no se construye en soledad, sino en comunión” y “se fortalece en la comunidad, con la presencia del Señor resucitado y con la ayuda solícita y recíproca”.
Por eso hacen un llamado especial a todas las parroquias y comunidades católicas “a seguir siendo lugares donde el silencio se rompe con la escucha, donde la soledad se disipa con la cercanía y donde nadie es juzgado por su dolor”.
Asimismo, invitan a que, en esta jornada, “elevemos una oración por las víctimas de este mal y por sus familias, suplicando al Señor que nos conceda escucha y discernimiento para reconocer los síntomas de riesgo y poder intervenir de manera pronta y eficaz al servicio de la vida”.
“Que este tiempo jubilar fortalezca en nosotros el don de la esperanza, que responda a la sed más profunda del corazón humano: ¡la certeza de que nadie está solo!”, enfatizan.
Finalmente, proponen orar juntos con la siguiente súplica:
“Señor de la vida, fuente de esperanza, en este Año Jubilar que nos convoca a vivir la luz del Evangelio, te pedimos que infundas en todos los corazones el don de la esperanza.
Que sepamos reconocer la fragilidad cuando asoma y, con valentía y ternura, ser cercanos al que sufre. Danos ojos que vean el dolor del otro, oídos que escuchen sin juzgar, manos que sostengan con compasión.
Te pedimos que acompañes con tu bondad a las familias que sufren por la pérdida de un ser querido.
Que nunca se sientan solas, y que en cada gesto nuestro llegue la promesa de que la vida es un regalo divino, siempre digno de ser vivido. Amén”.




