El P. Richard Anthony D’Souza SJ, nuevo director del Observatorio Vaticano, afirmó que “los resultados de nuestra investigación astronómica pueden ser una forma de alabar a Dios al maravillarnos ante su creación”.
Nombrado por el Papa León XIV el jueves 31 de julio, en la fiesta de San Ignacio de Loyola, el jesuita destacó que su misión es continuar promoviendo “el diálogo entre la fe y la ciencia mediante una sólida investigación científica”.
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“Me siento muy honrado de ser nombrado por el Papa León XIV como el próximo Director del Observatorio Vaticano. Conozco a los numerosos jesuitas de alto perfil que han ocupado este cargo en el pasado… realmente me apoyo en hombros de gigantes”, expresó en una entrevista publicada en el sitio oficial del Observatorio Vaticano.
Para el sacerdote, la tradición de la Compañía de Jesús en la ciencia es un pilar fundamental, porque los “anima a encontrar a Dios en todas las cosas”. “Nuestro fundador, San Ignacio de Loyola, encontró un gran consuelo al contemplar el cielo y las estrellas; nos animó a ver cómo Dios obraba y obraba por nosotros en su creación”.
Desde su fundación en 1891, la Specola Vaticana ha estado estrechamente vinculada a la comunidad científica internacional. “El Observatorio lleva a cabo investigaciones que van desde el estudio de meteoritos y objetos cercanos a la Tierra, hasta sistemas planetarios extrasolares, estrellas, galaxias, cosmología, gravedad cuántica y el Big Bang”, detalló.
El sacerdote explicó que cada miembro del Observatorio “se inserta en un campo único de investigación, colaborando con colegas de todo el mundo”. Además, tras la encíclica Laudato Si’ del Papa Francisco, han ampliado su trabajo hacia la investigación meteorológica y climática, posible gracias a nuevos expertos en el equipo.
A pesar de contar con menos recursos que otros centros, el P. D’Souza asegura que el Observatorio “sigue superando su peso en términos de influencia y calidad de investigación”, citando el motu proprio Ut Mysticam de León XIII, que afirmó que la Iglesia “no se opone a la ciencia verdadera y sólida, sino que la abraza y la alienta con la mayor dedicación posible”.
Sobre los desafíos que enfrentan, señaló que la astronomía contemporánea exige “telescopios cada vez más grandes, instrumentos que cuestan millones y colaboraciones internacionales con cientos de científicos”.
Aunque la independencia del Observatorio le impide acceder de forma automática a proyectos financiados por grandes agencias, “nuestros miembros, gracias a su capital intelectual y espíritu colaborativo, han sido invitados a contribuir profesionalmente”.
El director insistió en que el reto es lograr que los científicos del Observatorio puedan acceder a esos proyectos internacionales, sin perder la libertad que les permite “embarcarse en investigaciones que desafíen los paradigmas dominantes o que serían difíciles de financiar en otros contextos”.
El Observatorio también tiene una importante labor educativa: desde la década de 1980 organiza una prestigiosa escuela de verano que ha formado a centenares de jóvenes astrónomos, muchos de países en desarrollo. “Hoy vemos a nuestros exalumnos liderar nuevas ediciones como profesores, transmitiendo a la siguiente generación lo que recibieron”, explicó.
Para trabajar en el Observatorio, resaltó, “dos cualidades esenciales son el amor por las ciencias y la capacidad de colaborar eficazmente con los demás”. Quienes integran el equipo deben ser “reflexivos y discretos, ya que representan a la Iglesia y al Vaticano en el mundo científico”.
“Los resultados de nuestra investigación astronómica no solo enriquecen la ciencia, sino que nos invitan a maravillarnos ante el Creador y a alabarlo con la mirada puesta en las estrellas”, concluyó.




