Arraigadas en siglos de tradición católica, existen algunas devociones católicas diarias que ofrecen una forma práctica de santificar el tiempo y vivir la fe de manera más intencional a lo largo de la semana.
En la tradición católica, cada día de la semana tiene un tema devocional particular. Estas devociones se fueron integrando en la piedad popular con el paso del tiempo, especialmente con el auge de las Misas votivas en los primeros siglos de la Iglesia. Las Misas votivas, ofrecidas por una intención especial en lugar de una fiesta fija, llevaron eventualmente a asignar textos litúrgicos a diferentes días de la semana para conmemorar ciertos misterios y personas.
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Algunas de estas asignaciones se formalizaron a través del Liber Sacramentorum de Alcuino de York, y se fueron multiplicando durante los siglos, hasta que diversos papas y concilios las regularon, dejando a cada día con un carácter litúrgico específico. El Misal de San Pío V (1570) organizó las Misas votivas de la siguiente manera:
Lunes: La Santísima Trinidad
Martes: Los Ángeles
Miércoles: Los Apóstoles (y San José, después de 1920)
Jueves: El Espíritu Santo (y la Eucaristía, añadida en 1604)
Viernes: La Cruz y la Pasión
Sábado: La Virgen María
Tras la reforma litúrgica, las Misas votivas quedaron a discreción del sacerdote y ya no se asociaron de forma rígida a días específicos.
Sin embargo, esta asociación permanece viva en la piedad popular. Esta asignación tradicional de ciertos aspectos de la fe a cada día de la semana puede dar un sentido de enfoque y estructura, de forma similar a cómo la Liturgia de las Horas organiza el día. Del mismo modo, cada mes del año está dedicado a una devoción particular (mayo a María, junio al Sagrado Corazón, etc.). Si combinamos todo esto con el calendario litúrgico, ya sea el tradicional o el reformado, encontramos una red de santificación a través del tiempo.
A continuación, te presento una guía de estas devociones diarias:
Domingo: La Resurrección y la Trinidad
El domingo es siempre el día de la Resurrección, pero hacia el segundo milenio comenzó a asociarse más específicamente con la Trinidad, en parte por el prefacio trinitario de la Misa y por la Liturgia de las Horas. En algunos lugares, los fieles desglosaban esta devoción: al Padre se le recordaba el domingo, al Hijo el lunes y al Espíritu Santo el martes, lo que llevó a Misas votivas separadas. Sin embargo, este enfoque fue desaconsejado para evitar separar las Personas divinas. Finalmente, la conmemoración de la Trinidad se centró en el domingo.
Lunes: Las almas del Purgatorio
En la Edad Media se creía que las almas del purgatorio recibían alivio desde la tarde del sábado hasta el amanecer del lunes, en anticipación a su redención. Por ello, el lunes se convirtió en un día especial para rezar por ellas. Durante siglos, los sacerdotes añadían oraciones por los difuntos en los lunes sin festividades, y los fieles adoptaron esta práctica. En algunas tradiciones, este día también se asocia con el Espíritu Santo.
Martes: Los Ángeles
Las Misas votivas en honor a los ángeles se introdujeron en los lunes, con la idea de que, al ser los primeros en la creación, debían abrir la semana. Además, se les veía como guías de las almas del purgatorio. El Papa Pío V trasladó la devoción a los ángeles al martes, pero en algunas devociones populares siguen presentes los lunes.
Miércoles: Los Apóstoles y San José
La piedad popular, siguiendo la práctica litúrgica, asignó el miércoles a los Apóstoles y, más tarde, a San José. Los miércoles, viernes y sábados han sido tradicionalmente días de mayor solemnidad, como se ve en los ayunos de las Témporas. Con María en el sábado y la Cruz en el viernes, el miércoles se convirtió en el día para honrar a San José y a los Apóstoles.
Jueves: La Sagrada Eucaristía
Este día nos recuerda la institución de la Eucaristía en la Última Cena, que tuvo lugar un jueves. Es costumbre acompañar este día con una Hora Santa de adoración al Santísimo Sacramento. También es un momento propicio para meditar en la agonía de Jesús en Getsemaní, una práctica espiritual muy enriquecedora.
Viernes: La Cruz y el Sagrado Corazón
El viernes tiene un carácter penitencial debido a la crucifixión de Cristo. Es tradicional ofrecer algún sacrificio, como la abstinencia de carne, o una práctica penitencial alternativa. Cada viernes del año recuerda la pasión y muerte de Jesús, no sólo el Viernes Santo.
El primer viernes de cada mes está dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, siguiendo las revelaciones a Santa Margarita María de Alacoque, en las que se promete la gracia de la perseverancia final a quienes comulguen durante nueve primeros viernes consecutivos. De aquí nació una profunda devoción al Sagrado Corazón.
Sábado: La Virgen María
Desde al menos el siglo IX se practican devociones especiales a la Virgen María los sábados, y esta tradición continúa viva hoy en la liturgia. Las razones de esta costumbre son varias: María fue la única que permaneció fiel y vigilante el Sábado Santo, y este día precede al domingo de la Resurrección. Es una antigua devoción que sigue profundamente arraigada en la vida de la Iglesia.
Alternativa
El excelente St. Gregory’s Prayer Book (Ignatius Press), elaborado para los ordinariatos de exanglicanos, ofrece una disposición ligeramente diferente de estas devociones, junto con un hermoso conjunto de oraciones:
Domingo: Resurrección
Lunes: Espíritu Santo
Martes: Los Ángeles
Miércoles: Los Santos
Jueves: Santísimo Sacramento
Viernes: Santa Cruz
Sábado: Nuestra Señora
Traducido y adaptado por ACI Prensa. Publicado originalmente en National Catholic Register.

