A medida que se acerca la fecha del cónclave que elegirá al sucesor del Papa Francisco, las redes sociales han dado espacio a un reguero incontrolado de desinformación, bulos y rumores infundados que aprovecha la falta de los controles de verificación que caracterizan a los medios de comunicación tradicionales.
Un pequeño ejemplo de este fenómeno ha sido la propagación de rumores sobre el estado de salud del Cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, que el director de la Oficina de Prensa, Matteo Bruni, zanjó en rotundo.
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El profesor Ramón Salaverría, catedrático de Periodismo en la Universidad de Navarra y experto en desinformación, señala en conversación con ACI Prensa que esta dinámica se ha visto ampliada porque la cobertura mediática del cónclave ha adoptado “características propias de las campañas políticas”.
“La Iglesia Católica como institución tiene una influencia social, internacional y política muy grande, y por tanto, la figura del Papa, su cara más visible, es un blanco habitual de intereses cruzados”, explica el experto al que no le sorprenden estas dinámicas intrusivas. “No es raro que personas u organizaciones con afinidades particulares intenten influir en quién resulte elegido”, remacha.
Las redes sociales han sofisticado estos procesos de difusión de información no contrastada porque permiten la “diseminación rápida y global de los contenidos sin filtros profesionales”, sostiene el profesor.
Pero hay otros factores como la creciente precarización del trabajo periodístico, la aceleración de los ciclos de producción de noticias o el desarrollo de herramientas tecnológicas como la inteligencia artificial generativa, que permite falsificar imágenes, audios y videos de forma cada vez más creíble. “Una figura tan expuesta como un cardenal papable es blanco fácil de manipulaciones mediante IA”, añade el académico.
El fotomontaje con el que Donald Trump apareció vestido con los paramentos papales es otra muestra. “Muchos desinformadores abrazan las redes sociales como el entorno natural”, explica.
Por ello, Salaverría enfatiza la importancia de la alfabetización para combatir la desinformación. “La ciudadanía tiene comportamientos de consumo mediático muy polarizados”, señala.
Por su parte, el sacerdote Mario Ortega, de Radio María y veterano en la cobertura del cónclave de 2013, recuerda que las injerencias en la elección papal no son nuevas.
Una situación que no es nueva
“Estas maniobras de intento de manipulación en el cónclave no son nada nuevo en la Iglesia”, afirma. El P. Ortega señala que, históricamente, emperadores y reyes intentaron influir en la elección del Papa por razones políticas. “El cónclave se creó… para evitar esas injerencias externas”, añade.
Sin embargo, el experto advierte que las redes sociales han amplificado el eco mediático, si bien confía en que los cardenales electores se guían por una visión de fe: “Todos sienten el peso de la responsabilidad y una seriedad de decir al único que quiero escuchar es al Espíritu Santo”.
De este modo, pide salirse de las visiones contrapuestas que enfrentan a dos bandos conservadores y liberales. “En la Iglesia, la realidad es mucho más compleja que esas narrativas partidistas o de bandos”, reseña.
El P. Roberto Regoli, experto en Historia de la Iglesia y cónclaves, pone contexto y datos a estos intentos de maniobras. “En la elección de los Papas siempre ha habido injerencias del poder”, señala, recordando que emperadores y reyes católicos podían intervenir con un veto en los cónclaves.
El poder de los medios
Sin embargo, desde 1903, con la constitución de Pío X, se prohibió por ley cualquier interferencia de los poderes seculares. “Durante ese cónclave, el emperador Francisco José de Austria se amparó en el jus exclusivae, el derecho al veto del que gozaban algunas monarquías católicas europeas, como Austria, España y Francia, para invalidar la candidatura del cardenal italiano Mariano Rampolla, a través de un representante en la Capilla Sixtina”, explica.
El sacerdote italiano advierte que, en la actualidad, los medios tienden a construir un relato para favorecer que haya una visión de la Iglesia que predomine sobre otra. “El poder de los medios en este tiempo es mucho más fuerte que en el pasado”, afirma. Además, destaca que las campañas contra los cardenales pueden tener varios efectos.
“Ese interés mediático para señalar a cualquier cardenal se puede interpretar de dos maneras, como un ataque para golpear y debilitar su figura o como un intento de fortalecer a ese cardenal al convertirlo en víctima”, concluye.
Cómo combatir la desinformación
Para los expertos consultados, el mejor antídoto frente a la desinformación es seguir los canales oficiales de información.
“Se trata de un problema social de gran magnitud que no solo se circunscribe al cónclave. Lo mejor es verificar con fuentes institucionales, consultar medios con trayectoria y no dejarse arrastrar por contenidos virales que circulan sin contraste alguno”, señala Salaverría.
“La desinformación se combate con alfabetización mediática, con pensamiento crítico y, sobre todo, con tiempo para contrastar. Pero muchas veces la urgencia, incluso entre los periodistas, impide hacer ese trabajo con el rigor necesario”, añade.
El P. Ortega coincide: “Hay que mirar a la Iglesia con los ojos de la fe y no dejarse arrastrar por visiones mundanas o reduccionistas. En tiempos de tanto ruido, escuchar al Espíritu Santo requiere también saber discernir las voces que no provienen de Él”.




