Santa Mama Antula, la mujer que recorrió la Argentina descalza difundiendo los ejercicios espirituales de San Ignacio y que dedicó su vida a los más necesitados, tiene ahora un santuario en el lugar donde nació.
El Cardenal Vicente Bokalic, Arzobispo de Santiago del Estero y primado de la Argentina, decretó la designación como santuario arquidiocesano de la capilla de Mama Antula, ubicada en Villa Silípica.
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De este modo, el lugar sagrado, que ya era destino de peregrinación de numerosos fieles, adquiere relevancia arquidiocesana y realza el testimonio de la primera santa que nació en territorio argentino, como también el significado del lugar para la devoción católica.
La peregrinación es un “camino de conversión”, afirmó el Cardenal Bokalic al decretar la elevación a santuario del templo de Silípica, al tiempo que recordó que “el peregrino necesita un santuario y el santuario requiere peregrinos”.
Por eso, invitó a visitar este espacio de gracia para fortalecer la fe con el modelo de santidad de Mama Antula, además de buscar allí los medios de salvación.
Entre los fundamentos para la decisión, el purpurado recordó que la santa, nacida en 1730 y canonizada en 2024 por el Papa Francisco, vivió una vida marcada por la caridad y la entrega a los más necesitados, incluso en las cárceles, donde conoció, alivió y consoló miserias y desdichas. Destacó que los humildes la llamaban “la madre” y, gracias a ella, muchos conocieron a Dios.
"No estamos frente a una enclaustrada, alejada de las realidades del mundo, sino frente a una mujer que hablaba y obraba con la experiencia de lo visto, vivido y recorrido", destacó el arzobispo santiagueño.
En ese espíritu, el Cardenal Bokalic recordó una frase de la santa que resume su vocación misionera: "Quisiera andar hasta donde Dios no fuera conocido para hacerlo conocer".
¿Quién fue Santa Mama Antula?
Nacida en 1730, María Antonia de Paz y Figueroa desafió las estructuras de su época y, a pesar de no ser religiosa de clausura, asumió la extraordinaria misión de propagar la espiritualidad ignaciana en tiempos en que los jesuitas habían sido expulsados del Virreinato del Río de la Plata.
Con una fe inquebrantable y profundo amor por los más necesitados, recorrió miles de kilómetros a pie, organizando ejercicios espirituales en los que participaron desde criollos y esclavos hasta virreyes y figuras influyentes de la sociedad colonial.
Su labor en las cárceles también fue notable. No solo llevaba consuelo espiritual a los prisioneros, sino que además los ayudaba materialmente, asistiendo sus necesidades más urgentes.
El Papa Francisco presidió su canonización el 11 de febrero de 2024, convirtiéndola en la primera mujer argentina elevada a los altares.