Este lunes, el Vaticano promulgó el decreto que reconoce las virtudes heroicas de la Sierva de Dios Luigia Sinapi, declarándola Venerable, una mística laica que tuvo una visión de Jesús y la Virgen María, y una amistad con el Padre Pío de Pietrelcina.
Impulsada por su profundo amor a Jesús desde temprana edad y por afirmar haber tenido visiones de María, Jesús y ángeles, su madre la llevó, a mediados de la década de 1920, a conocer al Padre Pío en San Giovanni Rotondo, el santo reconocido por portar los estigmas en sus manos, pies y costado. Desde ese momento, mantuvo una relación cercana con él, recibiendo su guía y apoyo espiritual a lo largo de toda su vida.
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Luigia nació el 8 de septiembre de 1916 en Itri (Italia) y fue bautizada el 16 de septiembre. De acuerdo al Dicasterio para las Causas de los Santos, recibió una sólida educación cristiana de su madre y tuvo una buena preparación escolar.
A los 15 años, sintió el llamado a la vida religiosa e ingresó en el Instituto de la Pía Sociedad de las Hijas de San Pablo en Roma. Sin embargo, se vio obligada a abandonar su formación debido a problemas de salud.
El Dicasterio informa que, en noviembre de 1931, tras perder a sus padres, fue acogida por una tía en Roma. Para afrontar los gastos de la estadía, comenzó trabajando como empleada doméstica y, más adelante, encontró empleo en una oficina de correos y posteriormente en la Oficina Central de Estadística.
Años después, Luigia enfermó de cáncer y estuvo al borde de la muerte. Sin embargo, el 15 de agosto de 1935, Solemnidad de la Asunción de María, recibió la extremaunción y tuvo una visión de Jesús y María que la sanó milagrosamente. Desde entonces, decidió vivir ofreciendo sus sufrimientos por los males del mundo y por la salvación de los sacerdotes y de todas las almas.
Durante la Segunda Guerra Mundial se refugió en su ciudad natal y, al regresar a la capital, vivió la precariedad debido a las dificultades de la posguerra. De 1956 a 1970 trabajó en el Instituto Nacional de Geofísica como secretaria del Venerable Siervo de Dios Enrico Medi.
“Sus puestos de trabajo correspondieron a una intensa vida de oración, animada por una profunda espiritualidad interior y caracterizada por diversos sufrimientos, acompañados de numerosos dones místicos”, afirma el sitio web del Dicasterio para las Causas de los Santos.
Para ese entonces, Luigia era una terciaria franciscana y, en 1954, obtuvo la dispensa para ingresar también en la Tercera Orden de los Hijos de María, a la que pertenecía su directora espiritual.
El sitio vaticano explica que, en ese tiempo, Luigia mantenía un profundo vínculo espiritual con San Pío de Pietrelcina y gozaba de la confianza del Venerable Papa Pío XII. En 1937, tras una revelación de la Virgen en la ciudad romana de Tre Fontane, predijo la elección de Pío XII al pontificado.
“Pasó el último período de su vida en casa ofreciendo hospitalidad, escucha, consejos y consuelo espiritual a todos los que acudían a ella. Murió de un tumor gástrico el 17 de abril de 1978 rodeada de una constante reputación de santidad y signos”, añade la publicación.
Dones sobrenaturales y actos de caridad
El Dicasterio para las Causas de los Santos explica que el camino existencial de Luigia “estuvo acompañado de numerosos dones sobrenaturales como la precognición de acontecimientos y situaciones, la bilocación, el discernimiento del espíritu y, sobre todo, la unión mística con el Señor Jesús, vivida en un ambiente de modestia, humildad y servicio”.
En ese contexto, muchas personas, entre ellas sacerdotes, obispos, políticos y feligreses, se le acercaban para pedirle consuelo espiritual. A muchos sacerdotes no sólo los ayudó con la oración, sino también con ayuda material.
Más allá de las manifestaciones sobrenaturales, “supo llevar con extrema naturalidad esta carga de excepcionalidad involuntaria, de amor a Dios y a los demás, demostrando, en la práctica de las virtudes y en la capacidad de sacrificio, total obediencia a la Iglesia y a sus representantes”, añade el sitio vaticano.
Devociones y espiritualidad
Tuvo una profunda devoción por santos como San Francisco de Asís, Santa Gema Galgani y Santa Teresa del Niño Jesús. Su espiritualidad, centrada en la Eucaristía y María, la llevó a ayudar a los necesitados, incluso en medio de la pobreza.