“¡Santo Padre, me ha cambiado la vida otra vez! ¿No debería al menos haberme dado un aviso previo?”. Con estas palabras, el recién creado cardenal filipino Pablo Virgilio David y Siongco, se dirigió al Papa Francisco tras comprobar que su nombre figuraba entre los nuevos purpurados del último consistorio celebrado en Roma.
Casi una década después de haberlo nombrado obispo de Kalookan (Filipinas), el Papa Francisco lo elevó al cardenalato a sus 65 años el pasado 7 de diciembre, junto a otros 20 elegidos. “Oh, no le des importancia, tómalo con un toque de humor divino”, le respondió con una sonrisa el Santo Padre. Un consejo que, según confiesa el cardenal a ACI Prensa, logró calmarlo y llenarlo de paz.
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Desde la ciudad de Kalookan, situada en las proximidades de la bahía de Manila, el Cardenal David, quien también es presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de Filipinas y vicepresidente de la FABC (Federación de Conferencias Episcopales de Asia), evoca con gratitud la ceremonia en la que recibió la birreta púrpura.
El quinto cardenal del país filipino y doctorado summa cum laude en Sagrada Teología en la KU Leuven de Bélgica, rememora las Misas de acción de gracias que pudo celebrar posteriormente en un “ambiente navideño” y recuerda en especial las palabras del Pontífice en su homilía.
“Fue una buena continuación de lo que nos dijo en su carta, exhortándonos a familiarizarnos más con la diakonía que con el título de Eminenza”, subraya el cardenal, nombrado recientemente miembro del Consejo Sinodal y del Dicasterio para la Doctrina de la Fe.

Formado en la Escuela Bíblica y Arqueológica Francesa de Jerusalén, es considerado uno de los principales expertos en la Biblia en el país. En conversación con ACI Prensa, indica que su escudo episcopal lleva la palabra Kenosis, que hace referencia “a la espiritualidad del vaciamiento de uno mismo que se menciona en Filipenses 2, 1-11”.
¿Qué tendría en cuenta a la hora de votar en un futuro cónclave?
El título cardenalicio, entre otras cosas, le otorga la posibilidad de votar al próximo sucesor de San Pedro en un eventual cónclave.
En este contexto, precisa que elegiría a un candidato “profundamente espiritual y pastoral en su estilo de liderazgo, que represente a una Iglesia local vibrante, especialmente del sur global, que conozca bien las Sagradas Escrituras, que esté arraigado en la genuina tradición apostólica y represente la orientación radical, compasiva y revolucionaria de Jesús de Nazaret”.
“Alguien sensible a los signos de los tiempos, abierto a la renovación en el sentido de lo que el Concilio Vaticano II llamó aggiornamento, pero al mismo tiempo cimentado en las fuentes auténticas de la fe cristiana, abierto a un modelo de Iglesia más sinodal, al trabajo conjunto con la sociedad civil y todas las personas de buena voluntad, al ecumenismo y al diálogo interreligioso e intercultural”, destacó.
La piedad popular y la fe del pueblo filipino
Las parroquias y centros de misión de su diócesis están formados por “comunidades urbanas pobres, habitantes de barrios marginales y asentamientos informales”, explica.
“Tenemos iglesias parroquiales muy pequeñas donde la Misa debe celebrarse entre cuatro y diez veces los domingos para poder acoger siquiera al 20-30% de nuestros católicos practicantes”, remarca el purpurado.
Aunque la mayoría de los que viven en los barrios marginales se consideran católicos, precisa que muchos de ellos no asisten regularmente a la iglesia y que su fe “se mantiene viva gracias a las expresiones populares de religiosidad y devoción, como el Nazareno Negro, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro o el Niño Jesús”.
“La devoción y piedad popular es un rasgo muy característico de la fe del pueblo filipino. La mayoría de nuestros católicos, especialmente entre los más pobres, se sostienen espiritualmente mediante devociones populares”, expresa.
Destaca también que la prioridad pastoral actual es enfocar sus parroquias a un “modo de misión” para llegar a quienes están “en los márgenes de la sociedad”. Por ello se han asociado con congregaciones religiosas misioneras que atienden “a los más pobres de los pobres”.” Hemos dejado claro que, si los pobres no vienen a la Iglesia, es la Iglesia la que debe ir hacia ellos”, añade.

“Contrabandistas de la fe”
Asegura que Europa y Occidente puede aprender de la fe del pueblo filipino, en particular de los “fuertes lazos familiares, nuestro sentido de solidaridad expresado en el bayanihan (tradición cultural que destaca el espíritu de solidaridad en una comunidad) y nuestro sentido de la gracia y la providencia divina”.
“Dado que entre el 10 y el 12 % de nuestra población está formada por trabajadores filipinos en el extranjero, ya sea como migrantes o itinerantes, muchos de ellos desarrollan un sentido de misión mientras están fuera. El Papa Francisco incluso se refiere a ellos en broma como ‘contrabandistas de la fe’, comenta el cardenal.
Los retos de la Iglesia en Filipinas
Desde su experiencia como presidente de la Conferencia Episcopal de Filipinas, el Cardenal Pablo Virgilio señala los retos a los que se enfrenta la Iglesia Católica en su país.
“Los más graves son la crisis climática causada por el abuso ambiental, el auge de la política de clientelismo y populismo que sigue agravando la pobreza, la desigualdad y la cultura de la violencia en la sociedad filipina”, dice.
Señala asimismo “la desinformación masiva y la manipulación a través de la inteligencia artificial en las redes sociales y otras plataformas digitales, los cambios demográficos debido a la migración masiva, tanto local como extranjera”, el aumento de problemas graves de salud mental y “diversas formas de adicción en nuestras comunidades, debido a las dificultades para afrontar una vida cada vez más estresante”.
Frente a esta realidad, propone que la Iglesia adopte “un papel positivo en la sociedad como constructora de puentes entre las diversas instituciones”, así como participar proactivamente “en promover cambios sociales y contribuir a la construcción nacional”.
Exhorta a que se “tome más en serio” la contribución de la Iglesia en la educación, y que ésta tenga “una presencia más activa en el mundo digital, combatiendo la desinformación e introduciendo de manera seria normas éticas y espirituales en las redes sociales, empoderando a los pobres para una participación activa en la sociedad a través de nuestras comunidades eclesiales de base y nuestras prácticas religiosas populares”.
Un llamamiento a los líderes políticos
El purpurado asegura que es “una vergüenza” que Filipinas sea un país predominantemente cristiano y, al mismo tiempo, “ser conocido como una sociedad muy pobre y corrupta”.
“Hago un llamamiento especial a los católicos entre nosotros que toman en serio su fe, para que den vida y forma al Evangelio y a la doctrina social de la Iglesia en su estilo de liderazgo, promoviendo verdaderamente la dignidad humana y el bien común, que asuman con seriedad la vocación de combatir la levadura de la corrupción en la sociedad y sirvan como sal y luz del mundo”.
La transmisión de la fe en el ámbito familiar
Para garantizar mejor la transmisión madura de la fe y espiritualidad cristiana a las nuevas generaciones, el Cardenal Pablo Virgilio propone que las “prácticas sinodales de conversaciones en el Espíritu y discernimiento comunitario se adopten en el ámbito familiar”.
“Yo recibí la fe de mi familia, más a través de la narración de historias que por la indoctrinación, el pietismo y el moralismo”, subraya.
Un “café con Jesús” y un paseo con “Mamá María”
También expresó que en sus momento diarios de oración incluye lo que denomina “café con Jesús”, en cualquier momento entre las 5 y las 8 de la mañana, “y mi ‘Caminar con Mamá María’ después de la cena, mientras rezo el Rosario”.
“La oración es mi mecanismo de supervivencia más importante”, subraya el cardenal, ya que le permite “superar mi ego y entrar en lo que los jesuitas llaman desprendimiento espiritual o indiferencia positiva”.
Por último, en los momentos de dificultad, asegura que adquiere “mucha fuerza y valentía de lo que dice Pablo en Romanos 8, 38-39: ‘Nada podrá separarnos del amor de Dios en Cristo Jesús, nuestro Señor’”.