El P. Gabriel Romanelli, párroco de la Sagrada Familia, única iglesia católica en Gaza, dijo a EWTN Noticias que el cese al fuego entre Israel y Hamás es un paso necesario para la reconstrucción de la región, pero “no es la solución del conflicto, ni es sinónimo de paz, ni de justicia ni de reconciliación”.
“Esta guerra ha roto el molde. Ninguno ha vivido una guerra como esta y va a ser difícil sacar los traumas que causa la guerra: tantas muertes, tanta destrucción y pérdida”, dijo el sacerdote argentino.
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Esta semana, las fuerzas de Israel y Hamás acordaron un alto el fuego que detendrá los combates en Gaza y facilitará un intercambio de rehenes. El acuerdo, que fue negociado por Estados Unidos, Qatar y Egipto después de 15 meses de guerra, se implementará el domingo.
Además de una pausa en los combates y el intercambio de rehenes, el acuerdo también incluye disposiciones para un importante flujo de ayuda humanitaria desde Egipto y Jordania a la Franja de Gaza y ordena una retirada limitada de las tropas israelíes de la región.
En la parroquia de la Sagrada Familia encontraron refugio muchos gazatíes en medio de los intensos bombardeos. Además de la ayuda material, la comunidad católica fue un faro de esperanza en medio de la violencia. El P. Romanelli considera fundamental mantener vivas las virtudes evangélicas para lograr alcanzar la paz definitiva. Hasta agosto de 2024, quedaban menos de 400 católicos en el territorio de Gaza, según cifras del Patriarcado Latino de Jerusalén.
“No nos olvidemos que por ver hacia Dios seguimos teniendo unos 500 refugiados aquí y gracias al Patriarcado Latino de Jerusalén, es decir, a nuestra diócesis, hemos podido ayudar —por ejemplo, el mes pasado— a unas 10.000 familias. Se calculan unas 60.000 personas, con comida. Es un milagro”, añadió el párroco.
Las personas que viven en Gaza “están muy golpeadas” por las secuelas de la guerra, continuó el sacerdote, y dijo que va a ser muy complicado sacar de sus mentes “los ruidos de las bombas y de las balas”. Ante esta difícil situación, destacó que es vital tornarse a Dios, que siempre ayuda con su gracia.
Además, añadió que “confía en muchos hombres y mujeres de buena voluntad en el mundo que quieren efectivamente la paz tanto para Palestina como para Israel”.
Sobre la situación de los niños en la región, el P. Romanelli explicó que muchas familias sienten un arraigo muy profundo por su tierra, por lo que se les hace muy difícil abandonarla aunque sus casas están destruidas.
“Las víctimas mortales se cuentan por decenas de miles. Los niños solo que han muerto son más de 17.000 y los heridos, en total, más de 109.000. Nosotros hemos tratado de hacer un oasis, a veces es una locura porque se escuchan los drones, como ahora porque la tregua recién empieza el domingo, por lo tanto hay bombardeos. Ayer hubo 80 muertos y más de 200 heridos”, comentó el párroco.
Hasta diciembre de 2024, el Fondo de la Organización de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) estimaba que el número de niños muertos en Gaza durante los últimos 14 meses de guerra alcanza los 14.500. Además, la organización se hizo eco de la cifra total de muertos, compartida por las autoridades gazatíes, que se ubica en más de 45.000.
“Pero tratamos de hacer un clima lo más seguro que se pueda”, dijo. “Hacemos cantos y después hacemos algunos juegos, pero no hacemos reuniones numerosas porque las esquirlas caen por todos lados. El niño, dentro de todo, percibe que está seguro, se siente querido”, agregó el P. Romanelli.
En la parroquia “todos rezan”, especialmente los jóvenes, que en medio de la guerra se hacen muchos planteamientos de vida. Los feligreses de la Sagrada Familia “rezan por todos”, incluidos los rehenes israelíes en territorio de Gaza.
“Todos los días la Misa con el sermón, la adoración al Santísimo Sacramento de una hora, en silencio —un modo de decirlo, pero tratamos nosotros de hacer silencio—”, explicó el sacerdote.
Por último, envió un mensaje a los gazatíes, a quienes llamó a no perder la esperanza en Dios, a no dejarse vencer por la violencia sino a ser constructores de paz, “para ser llamados hijos de Dios”.
“Rompamos las barreras de la desconfianza, de la desunión, para trabajar todos juntos. No es una utopía, es muy difícil, pero contamos con la ayuda de Dios y con muchísima gente. Entonces, empezar a reconstruir la Franja de Gaza, que quedó triturada —a decir verdad—. Reconstruirla moralmente, espiritualmente y también materialmente”, concluyó.