El Papa Francisco ha autorizado la publicación de los decretos sobre las virtudes heroicas de las españolas Ascensión Sacramento Sánchez Sánchez y Sor Vicenta Guilarte Alonso, que desde hoy tienen consideración de venerables, paso previo a la beatificación.

Ascensión nació en la localidad de Sonseca, Toledo (España), el día del Corpus Christi de 1911. Séptima de diez hijos creció en una familia acomodada en lo material y muy religiosa. La lectura a los 18 años, de la vida de Santa Teresa del Niño Jesús, que había sido recientemente canonizada, transformó su vida y le llevó a esforzarse para evangelizar a través de Acción Católica, convirtiéndose en una de sus líderes en su comarca.

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Durante la Guerra Civil española, perdió a dos hermanos y fue testigo de los saqueos y la violencia perpetrada por los milicianos quienes, por odio a la fe católica, asesinaron a miles de sacerdotes, profanaron tumbas de religiosas, destruyeron numerosas iglesias e impidieron la libertad de culto. 

Trasladada a Santander, en el norte de España, para vivir con una hermana, conoció al sacerdote Doroteo Hernández, quien fundó la Cruzada Evangélica el 8 de diciembre de 1937, carisma respaldado por el Obispo de Santander en 1940, pocos meses después de concluir la guerra.

Ese año fue enviada a Madrid a gestionar una casa donde acoger a mujeres excarceladas de diferentes orígenes sociales, culturales y políticos. En 1946, enferma de fiebre tifoidea, después de haber pronunciado sus votos perpetuos, murió el 18 de agosto a los 35 años.

Su camino de perfeccionamiento de las virtudes estuvo marcado por dos momentos particulares: la lectura de la Vida de Santa Teresa del Niño Jesús y el estallido de la guerra en España. Comprendió ante todo el profundo sentido de fe que había cultivado desde pequeña y comenzó a dar lo mejor de sí para con los demás, comprometiéndose inicialmente a difundir el Evangelio en la sociedad de su tiempo a través de su actividad en la Acción Católica y, más tarde, colaborando intensamente con la Cruzada Evangélica. Su reputación de santidad se extendió tras su muerte, gracias al Instituto Secular de la Cruzada Evangélica.

De España a Brasil, por el camino de la humildad

Sor Vicenta Guilarte Alonso nació en 1879 en un pequeño pueblo de la provincia de Burgos (España) y creció en una familia muy cristiana. Huérfana de padre y madre a una edad temprana, a los 17 años se fue a vivir con un tío sacerdote a Burgos antes de ingresar en el convento de las Hijas de Jesús, dedicadas a la educación de la juventud. Tras realizar su profesión religiosa en 1909, permaneció en Salamanca durante dos años y luego fue enviada, junto con cinco hermanas, a Brasil para fundar una comunidad.

Se establecieron en Pirenópolis, donde aprendió portugués y desarrolló su misión entre la población local pobre y con falta de instrucción educativa. En 1927 fue trasladada a Leopoldina, en el estado de Minas Gerais, donde, a pesar de haber desempeñado el papel de vice superiora, se le encomendó el rol de portera y sacristana, lo que aceptó con gran humildad. En este papel se ganó el cariño de todos los visitantes, que fueron recibidos con serenidad y disponibilidad. Así pasó el resto de su vida hasta su muerte en 1960, tras una fractura de fémur.

De su vida se destaca que vivió la caridad en todas las circunstancias, así como la obediencia en grado heroico y su capacidad para perdonar sinceramente las ofensas y no guardar rencor.