La tragedia que vive Haití ha llegado un punto en el que se “corre el riesgo de provocar un verdadero genocidio en el país”. Así lo advirtió recientemente el P. Henry Marc Siméon, director de la Oficina de Comunicación del Arzobispado de Puerto Príncipe, la capital del país.

Entrevistado por ACI Prensa, el P. Siméon suplicó apoyo: “el pueblo (de Haití) que hoy clama auxilio, necesita de hombres y mujeres de buena voluntad de todos los países, para que acudan en su ayuda para socorrernos, para salir de esta situación que vivimos”.

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El sacerdote recordó que el Santo Padre ha hecho repetidos llamados por la paz y a favor del pueblo de Haití. Apenas el 28 de abril, con ocasión del rezo del Regina Caeli del 28 de abril desde Venecia, el Santo Padre pidió “que el Dios de la paz ilumine el corazón para que crezca en todos la voluntad de diálogo y reconciliación”.

El P. Siméon compartió el drama que viven a diario: “algunos dicen que hoy Puerto Príncipe

 se ha convertido en un cementerio al aire libre. Uno camina por la calle entre cadáveres. No hay día en el que, si caminamos por el centro de la ciudad, no nos topemos con cadáveres de personas cuya identidad y origen desconocemos, y a cuyas familias a veces no pueden dar un entierro digno”.

La crisis de Haití

Haití, de acuerdo al Banco Mundial, es el país más pobre de América Latina. En la nación de 11,5 millones de habitantes, hay grandes desafíos socioeconómicos y políticos, entre ellos la pobreza extrema, la inestabilidad política y la violencia.

El país ha enfrentado crisis humanitarias de las que no se ha podido recuperar. En 2010 el país fue sacudido por un terremoto de 7 grados. 11 años después, sin poder superar los daños de la tragedia anterior, un nuevo sismo, esta vez de 7,2 grados, ocurrió en el país el 14 de agosto de 2021. Pasaron pocos días y la tormenta tropical Grace llevó más destrucción a Haití.

A la par de los desastres naturales, la situación de violencia se hacía cada vez más grave. En julio de 2021, el entonces presidente de Haití, Jovenel Moïse, fue asesinado por un grupo armado.

Las tensiones políticas debido a disputas electorales y protestas contra el gobierno se han mantenido desde entonces, a pesar de los esfuerzos de la comunidad internacional. El 25 de abril de este año dimitió el primer ministro Ariel Henry, y asumió de manera interina Michel Patrick Boisvert.

De acuerdo a Naciones Unidas, “casi cinco millones de haitianos pasan hambre y necesitan ayuda alimentaria, pero la violencia y la inseguridad que generan las bandas rivales fuertemente armadas que operan principalmente en la capital plantean más interrogantes sobre cómo garantizar que esas atribuladas personas tengan suficiente para comer, ahora y en el futuro”.

Las pandillas en Haití y el cobro de “peaje”

Recordando un reciente informe de Naciones Unidas, que revela que casi el 90% del área metropolitana de Puerto Príncipe es controlada por pandillas, el sacerdote lamentó que “no podemos salir (...) para ir a otro departamento del país sin pasar por un punto controlado por los bandidos. Tenemos que pagar peajes”.

El P. Siméon recordó una reciente llamada de una religiosa, que le dijo “que pararon su coche, que iba con religiosas y laicos. Les cobraron por pasar el peaje y secuestraron a una persona que venía con ellas”.

Aunque “algunas congregaciones religiosas [continúan] operando” en el país, dijo, “hay muchas dificultades para que las comunidades religiosas funcionen y continúen su misión”.

“En varias ocasiones los pandilleros han secuestrado a religiosos y religiosas”, señaló, como fueron los casos de la “comunidad de las Hermanas de Sainte-Anne, de las cuales seis monjas fueron secuestradas, la comunidad de los Hermanos del Sagrado Corazón, de los cuales seis miembros fueron secuestrados recientemente”. La comunidad de las Hermanas de San José de Cluny también ha sufrido raptos a manos de los criminales en Haití.

La Iglesia Católica y su esfuerzo con los jóvenes para “detener la violencia” en Haití

El director de la Oficina de Comunicación del Arzobispado de Puerto Príncipe destacó el trabajo que realiza la Iglesia Católica con los jóvenes, en un esfuerzo por cambiar el futuro del país.

Muchos de los jóvenes, aseguró, “entienden lo que está sucediendo y comprenden la necesidad de trabajar juntos para detener la violencia”.

“Hay muchas iniciativas a través de las cuales apoyamos a los jóvenes y les ayudamos a comprender la realidad de la violencia, la seguridad y los impactos que esta violencia tiene en el país y en sus propias vidas y su futuro”, expresó.