El Papa Francisco explica el sentido del sufrimiento: Cristo transformó nuestro dolor haciéndolo suyo

Imagen del Papa Francisco abrazando a un niño tras una Audiencia General Imagen del Papa Francisco abrazando a un niño tras una Audiencia General | Crédito: Vatican Media

El Papa Francisco reflexionó este 11 de abril acerca del sentido del sufrimiento y la enfermedad, recordando que “Cristo transformó nuestro dolor haciéndolo suyo hasta el final”.

Durante una audiencia con los participantes en la Asamblea Plenaria de la Pontificia Comisión Bíblica, centrada en el tema de “la enfermedad y el sufrimiento en la Biblia”, el Santo Padre meditó sobre este tema existencial que, aseguró, le toca “muy de cerca”.

Al inicio de su discurso, el Pontífice se refirió al sufrimiento y la enfermedad como “adversarios que hay que afrontar”, y precisó que es importante hacerlo de un “modo digno” sin eliminarlo o “reducirlos a tabúes”. 

Afirmó asimismo que eliminarlo o reducirlos a tabúes, “tal vez porque dañan esa imagen de eficacia a toda costa, útil para vender y ganar dinero, 

En esta línea, remarcó que la experiencia del dolor se debe vivir en relación, “sin replegarnos sobre nosotros mismos y sin que la rebelión legítima se convierta en aislamiento, abandono o desesperación”. 

El dolor a la luz de la fe

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El Papa Franciso recordó que el dolor y la enfermedad, a la luz de la fe, “pueden convertirse en factores decisivos en un camino de maduración”.

Para el Santo Padre, esta situación de dolor también “nos permite discernir lo esencial de lo que no lo es”,.

Pero sobre todo, explicó, “es el ejemplo de Jesús el que muestra el camino, Él nos exhorta a cuidar a los que viven en situaciones de enfermedad, de las personas frágiles y necesitadas que encuentra. Jesús acoge incansablemente a los enfermos.”

“Todo esto revela un aspecto importante: Jesús no explica el sufrimiento, sino que se inclina hacia el sufrimiento. No se acerca al dolor con aliento genérico y consuelo estéril, sino que acoge el drama, dejándose tocar por él”, remarcó el Santo Padre.

A continuación, precisó que la Sagrada Escritura “ilumina” en este sentido: “Aunque no nos deja un manual de buenas palabras o un recetario de sentimientos, nos muestra rostros, encuentros, historias concretas”.

“Por eso la respuesta de Jesús es vital, está hecha de compasión que asume y que, al asumir, salva al hombre y transfigura su dolor”, precisó. 

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El Papa Francisco destacó que “Cristo transformó nuestro dolor haciéndolo suyo hasta el final: habitándolo, sufriéndolo y ofreciéndolo como don de amor”. 

“No dio respuestas fáciles a nuestros ‘porqués’, sino que en la cruz hizo suyos nuestros grandes ‘porqués”, recordó.

Para el Papa Francisco, “quien asimila la Sagrada Escritura purifica el imaginario religioso de actitudes equivocadas, aprendiendo a seguir el camino indicado por Jesús: tocar con la mano el sufrimiento humano, con humildad, mansedumbre, serenidad, para llevar, en nombre del Dios encarnado, la cercanía de un apoyo salvífico y concreto”.

Más tarde, el Santo Padre posó su mirada en la importancia de la “inclusión”, un término que “expresa bien un rasgo sobresaliente del estilo de Jesús”. “Para Jesús — enfatizó —, nadie debe quedar excluido de la salvación de Dios”.

Curación de alma, cuerpo y espíritu

Precisó también que la inclusión no solamente hace referencia a una curación corporal, sino que el Señor “quiere que toda la persona quede curada, espíritu, alma y cuerpo”.

“Porque de poco serviría una curación física del mal sin una curación del corazón del pecado. Hay una curación total: cuerpo, alma y espíritu”, subrayó. 

Esta perspectiva de inclusión, según el Papa Francisco, nos lleva a actitudes de compartir: “Cristo, que iba entre la gente haciendo el bien y curando a los enfermos, mandó a sus discípulos que cuidaran a los enfermos y los bendijeran en su nombre”.

“Por eso, a través de la experiencia del sufrimiento y de la enfermedad, nosotros, como Iglesia, estamos llamados a caminar junto a todos, en solidaridad cristiana y humana, abriendo, en nombre de la fragilidad común, ocasiones de diálogo y de esperanza”.

Por último, recordó que “la Palabra de Dios es un poderoso antídoto contra toda cerrazón, abstracción e ideologización de la fe: leída en el Espíritu en que fue escrita, acrecienta la pasión por Dios y por el hombre, desencadena la caridad y reaviva el celo apostólico”. 

 

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