Por tanto, no renunciemos al perdón de Dios, al sacramento de la Reconciliación: no es una práctica de devoción, sino el fundamento de la existencia cristiana; no se trata de expresar bien los pecados, sino de reconocernos pecadores y arrojarnos en los brazos de Jesús, del amor de Jesús crucificado para ser liberados; no es un gesto moralista, sino la resurrección del corazón. El Señor Resucitado nos resucita a todos nosotros. Vayamos, pues, a recibir el perdón de Dios, y nosotros, que lo administramos, sintámonos dispensadores de la alegría del Padre que encuentra a su hijo perdido; sintamos que nuestras manos, puestas sobre la cabeza de los fieles, son las manos traspasadas por la misericordia de Dios, que transforma las llagas del pecado en canales de misericordia; y nosotros, que hacemos de confesores, sintamos que el "perdón y la paz" que proclamamos son la caricia del Espíritu Santo en el corazón de los fieles. Queridos hermanos, perdonemos. Queridos hermanos sacerdotes, perdonemos siempre como Dios que no se cansa de perdonar y reencontrémonos a nosotros mismos; concedamos siempre el perdón a quien lo pide, y ayudemos a quien tiene miedo a acercarse con confianza al sacramento de la curación y de la alegría. Pongamos de nuevo el perdón de Dios en el centro de la Iglesia.
Y ustedes, queridos hermanos sacerdotes, no pregunten mucho, no vallan allí, no. Que ellos hablen y perdonen todo.
Y ahora, mientras nos preparamos para acoger la nueva vida, confesemos al Señor que hay mucho de viejo en nosotros, cosas feas. La lepra del pecado ha manchado nuestra belleza, y por eso decimos: Jesús, si quieres, puedes purificarme. Todos juntos: Jesús, si quieres, puedes purificarme. De pensar que no te necesito cada día: ¡Jesús, si quieres, puedes purificarme! De vivir tranquilo con mi doblez, sin buscar en tu perdón el camino de la libertad: ¡Jesús, si quieres, puedes purificarme! Cuando las buenas intenciones no van seguidas de obras, cuando postergo la oración y el encuentro contigo: ¡Jesús, si quieres, puedes purificarme! Cuando acepto el mal, la deshonestidad, la falsedad, cuando juzgo a los demás, los desprecio y chismorreo sobre ellos, quejándome de todos y de todo: ¡Jesús, si quieres, puedes purificarme! Y cuando me conformo con no hacer el mal, pero no hago el bien sirviendo a la Iglesia y a la sociedad: ¡Jesús, si quieres, puedes purificarme! Sí, Jesús, creo que puedes limpiarme, creo que necesito tu perdón. Jesús, renuévame y volveré a caminar en una vida nueva. ¡Jesús, si quieres, puedes purificarme!
Papa Francisco
El Papa Francisco, nacido el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires (Argentina), es el primer Papa latinoamericano en la historia de la Iglesia Católica, asumiendo el papado el 13 de marzo de 2013. Su estilo cercano y su énfasis en la misericordia han dejado una marca distintiva en su pontificado.