El Cardenal Karlic cumple 98 años y comparte su secreto para un sacerdocio fecundo

Cardenal Karlic Cardenal Karlic | Crédito: Julieta Villar/ACI Prensa

El Cardenal Estanislao Esteban Karlic, el miembro más longevo del Episcopado Argentino y el segundo cardenal más longevo del mundo, celebra hoy, 7 de febrero, sus 98 años. En diciembre pasado, cumplió 69 años de sacerdocio y compartió con ACI Prensa las claves de un ministerio extenso y fecundo.

En su casa de Aldea María Luisa, a sólo 20 kilómetros de Paraná, el Cardenal Karlic comparte su día a día con una comunidad de Hermanas Benedictinas, quienes cada día a las 11:30 horas se congregan en la capilla del Monasterio Nuestra Señora del Paraná, donde residen, para participar de la Eucaristía que él celebra.

Su movilidad y su visión son reducidas y su memoria, frágil. Por eso, durante la celebración de la Misa, el Cardenal recibe la colaboración de una de las hermanas, que lo ayuda a llegar al altar, le indica los pasos a seguir, y coloca una lámpara muy cerca del Misal, para que el purpurado alcance a leer.

Sin embargo, hay un momento de total lucidez y claridad: la Consagración. Allí, el Cardenal Karlic no requiere de ninguna ayuda. No hay olvidos, no hay ausencias, sólo una conexión profunda con el Misterio de la Eucaristía, la clave de su vida y de su sacerdocio.

El Cardenal confiesa que cada vez que consagra, lo hace “queriendo vivir la verdad de lo que digo, que me vean viviendo lo que estoy diciendo y queriendo que eso que estoy diciendo sirva no sólo para mi santificación, sino para servicio y santificación del mundo”.

“Quiero que mi respiración sea para que yo exista y dé gloria a Dios, y así esté sirviendo al mundo como testimonio, y ya”.

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“No tengo otra razón de lo que soy, sino una participación del misterio del sacerdocio de Jesús, eso me ha hecho muy feliz siempre”, reconoce Karlic. Su anhelo siempre ha sido “ser un sacramento, tener participación real en el misterio de Jesús para gloria suya, porque quiero manifestar su amor al mundo”.

Nacido en Oliva, una localidad de la provincia de Córdoba, en el seno de una familia de inmigrantes croatas, su trayectoria incluye grandes hitos: es doctor en teología por la Universidad Gregoriana de Roma, fue Arzobispo de Paraná, Presidente de la Conferencia Episcopal Argentina durante dos mandatos, y uno de los redactores del Catecismo de la Iglesia Católica. Se desempeñó como profesor de teología y superior de filosofía en el Seminario Mayor de Córdoba, y recibió el grado académico de Doctor Honoris Causa en la Universidad Católica de Santa Fe.

“Todos esos pasos han sido parte de mi vida, han marcado mi vida: yo he querido vivir mi vida en la Iglesia, así he querido vivir mi misterio”, expresa, con una humildad abrumadora. “Lo que he hecho, hubiera querido hacerlo mejor, por supuesto. Y dar gracias a Dios por haberlo hecho como lo hice”, añade.

A sus 98 años, desea “seguir siendo testimonio de Dios en mi vida para los que están cerca de mí, y por ellos, para los que me vean, y en alguna forma me contacten. No tengo nada especial que decir, sino la regularidad de mi vida en la Iglesia”, sostiene, haciendo de la sencillez un canto de alabanza a Dios.

Su vínculo con Joseph Ratzinger

Al recordar su participación en la comisión de redacción del Catecismo de la Iglesia Católica, liderada por el entonces cardenal Joseph Ratzinger, que tras la muerte de Juan Pablo II fue elegido Papa, destaca “el acompañamiento tan hermoso” de su magisterio, “un acompañamiento muy útil por la confianza que siempre nos tuvo, para pedirnos que en nuestra conciencia hiciéramos lo mejor posible, y cómo nos animaba a la belleza de lo que estábamos haciendo”.

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“Nosotros hemos sido bendecidos por los dones de Dios a través de él, sin duda una de las grandes gracias que recibimos los que tuvimos el don de su cercanía”, valora.

La cercanía del Papa Francisco

Y en cuanto a Francisco, el hecho de ser contemporáneo a un Papa argentino “es algo que hay que decírnoslo, porque nos hace caer en la cuenta de cuánto nos quiere Dios, nada menos”.

“Cuando hablamos de esta cercanía queremos hablar de Dios”, asegura.

En 2017, los estudios médicos posteriores a un accidente doméstico que tuvo en el Seminario, donde residía y dictaba clases, evidenciaron que el Cardenal Karlic estaba atravesando su segundo cáncer, por lo que tuvo que someterse a una cirugía. Días antes de la intervención, estaba por comenzar la celebración de la Misa cuando sonó su teléfono. Del otro lado de la línea estaba el Papa Francisco, que se había enterado de su situación de salud y quería mostrarse cercano en ese momento de prueba.

Esa cercanía se mantuvo en los años: el Santo Padre siempre le hace llegar sus saludos a través de quienes lo visitan o hablan con él. “Hay una cercanía espiritual muy hermosa que yo agradezco a Dios sinceramente, y que me hace mucho bien”, admite el Purpurado.

En nombre de los obispos y sacerdotes argentinos, Karlic afirma que “es una relación muy hermosa” la que el Papa tiene con ellos. “Su afecto es real, lo sentimos como real y efectivo por lo tanto, para nuestro bien. Sentimos que nos hace bien delante de Dios. Qué lindo”.

La importancia de la Eucaristía

En sus 98 años de vida y 69 de sacerdocio, un papel fundamental lo tuvo la Acción Católica. Fue en el seno de esa institución donde cobró fuerza su llamado al sacerdocio. Allí, recuerda, recibió su cercanía con la Eucaristía, que “me ha marcado muchísimo”, insiste.

La celebración de la Eucaristía estuvo presente en cada día de su sacerdocio. Nunca, nunca dejó de celebrar. Incluso cuando estuvo internado en terapia intensiva, pedía una y otra vez los elementos para celebrar, pero al ser un área restringida, no estaba permitido. Sin embargo, Dios no se deja ganar en generosidad y esa misma tarde, el médico lo vio “tan bien”, que lo pasó a una habitación común y pudo celebrar.

Su “gran consejo” para quienes se encuentran en camino al sacerdocio: la Eucaristía cotidiana, “con todo lo que eso significa: la cercanía de la Virgen, de la vida de la Iglesia”. La Eucaristía es para él un punto de partida y de llegada: “Partimos de Él que es todo y volvemos a él, porque ahí teníamos todo”.

Ser otro Cristo, ser hijo de la Iglesia, buscar a Dios

Siendo leal una vez más a su simpleza, el Cardenal Karlic honra lo que le ha sido dado, al afirmar que sus santos de cabecera son sus nombres: San Estanislao y San Esteban. También le gusta sentirse cerca del Papa a través de Pedro, su santo.

Sin embargo, al momento de rezar, sus fórmulas son simples: por un lado, se considera “profundamente mariano” y busca la intercesión de la Virgen, sin una advocación en particular. Y con absoluta simpleza afirma: “El padre, el hijo y el Espíritu Santo, así rezo. La Trinidad Santísima: el Padre, que nos envió a su Hijo y a su Espíritu Santo, y nos hace vivir en la Iglesia”.

¿Qué pide un Cardenal de 98 años cuando reza? “La identificación con la Iglesia de hoy, que es la Iglesia de siempre. Ser otro Cristo, es decir, ser hijo de la Iglesia, Hijo del Padre y miembro vivo de la Iglesia aquí y ahora, y para siempre”.

“Quiero una Iglesia entera y pura, y siempre pidiendo criterio para distinguir qué es en verdad vivir el misterio de la Iglesia, de lo que no es verdad. Por ejemplo, en cuestiones temporales, qué cosas son de Dios y cuáles no”.

¿Una recomendación? “Buscar a Dios, saber que aquí y ahora está llegando, que Él quiere llegar, y en el aquí y ahora quiere darse por entero, pidiéndonos a nosotros por enteros. Aquí y ahora está Él llamándonos hacia la eternidad”.

“Yo quiero llegar a Dios porque sé que Dios está llegando a mí. Y me quiere santo, no menos”, concluye.

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