El 6 de noviembre de 1983 un hombre descalzo con las manos atadas a la espalda fue visto huyendo por una calle cercana al centro de la Ciudad de Guatemala. Esquivando el tráfico en dirección contraria en la avenida Santa Elena de la capital del país centroamericano gritó: "¡Socorro! ¡Socorro! Me quieren matar".
Detrás suyo venía un coche con sus asesinos: probables miembros de las fuerzas de seguridad guatemaltecas. Fue abatido en cuestión de segundos con ocho disparos y aún respiraba mientras agonizaba en el pavimento. Finalmente le dispararon en la cabeza.
A continuación, los asesinos siguieron el procedimiento oficial como si fueran policías comunes y corrientes y colocaron cinta amarilla alrededor del perímetro, a la espera de la llegada de una ambulancia y de un juez de paz.