Entonces, se celebró la Santa Misa en aquella escena. El santo “estaba de pie ante el pesebre, desbordándose en suspiros, traspasado de piedad, derretido en inefable gozo”. Vestido con sus ornamentos de diácono, canta el Evangelio y luego predica a los fieles sobre el nacimiento del “Rey pobre”, del “Niño de Belén”.
Se cuenta que una vez terminada la celebración, muchos animales enfermos llegaron a la escena y se alimentaron del heno que estaba allí colocado, curando así sus dolencias. Incluso a mujeres que atravesaban partos difíciles les colocaron encima un poco de ese heno y dieron a luz felizmente. De igual manera muchas otras personas se curaron de sus enfermedades.
“El lugar del pesebre fue luego consagrado en templo del Señor: en honor del beatísimo padre Francisco se construyó sobre el pesebre un altar y se dedicó una iglesia, para que, donde en otro tiempo los animales pacieron el pienso de paja, allí coman los hombres de continuo, para salud de su alma y de su cuerpo, la carne del Cordero inmaculado e incontaminado, Jesucristo, Señor nuestro”, cuenta la Orden.