El pecado es un “acto suicida” y siempre tiene consecuencias sociales, advierte Arzobispo

Eguren 17092023 Mons. José Antonio Eguren | Crédito: Arzobispado de Piura

Mons. José Antonio Eguren, Arzobispo de Piura en el norte del Perú, afirmó que el pecado es “un acto suicida” y advirtió que éste siempre tiene consecuencias.

En la homilía de la Misa que presidió este domingo en la Catedral de Piura, el Prelado peruano explicó que “el pecado busca hundirnos en la muerte espiritual y en la infelicidad, y es en el fondo un acto suicida, porque a través de él, el ser humano rechaza a Dios-Amor, su principio y fundamento, su origen y su fin”.

A continuación, Mons. Eguren resaltó que “todo pecado, por más personal e íntimo que parezca, siempre tiene consecuencias sociales e incrementa en el mundo las fuerzas de la muerte y de la destrucción, lo que denominamos el mysterium iniquitatis (misterio de la inequidad), el cual no puede comprenderse sin referencia al misterio de la redención, al mysterium paschale (misterio pascual) de Jesucristo”.

El Arzobispo resaltó luego que “sin Dios, el ser humano se desvanece, no se comprende a sí mismo, se hunde en la mentira existencial creyéndose aquello que no es, desatándose en su interior una serie de conflictos y contradicciones, que después proyecta negativamente a los demás, a su vida social, e incluso a la creación”.

De ese modo, “alejado de Dios y de sí mismo, el pecado provoca, además, de manera inevitable, una ruptura del hombre en sus relaciones con sus hermanos y con el mundo creado. No por algo, después del pecado original, el siguiente pecado que narra el libro del Génesis es el fratricidio: Caín, que mata por envidia a su hermano Abel (ver Gen 4, 8)”.

Mons. Eguren recuerda asimismo que “uno de los grandes males de nuestro tiempo es haber perdido el sentido del pecado” y que el Catecismo de la Iglesia Católica en el numeral 1849 lo define como “una falta contra la razón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amor verdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes. Hiere la naturaleza del hombre y atenta contra la solidaridad humana”.

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San Agustín lo definía como “una palabra, un acto o un deseo contrarios a la ley eterna”.

El Prelado precisó también que “la maldad y el daño que produce el pecado es de tal magnitud que, para salvarnos de él, y alcanzarnos el don maravilloso de la reconciliación con Dios, con nosotros mismos, con nuestros hermanos humanos, y con la creación, el Hijo de Dios tuvo que encarnarse, morir en la cruz, y resucitar glorioso”.

El perdón

Tras resaltar que Dios siempre está dispuesto a perdonar por su inmensa misericordia, el Arzobispo de Piura resaltó la necesidad de perdonar al otro y no guardar rencor, ni tener deseos de odio o venganza.

En el evangelio de hoy, a la pregunta que Pedro le hace a Jesús sobre las veces que debe perdonar, el Señor le dice “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete” (Mt 18, 22).

Ya que para los judíos el siete significaba la perfección o plenitud, con su respuesta Cristo anima a perdonar siempre y sin limitaciones.

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“Que Santa María, Madre de misericordia, nos ayude a ser cada vez más conscientes de la gratuidad de la grandeza del perdón recibido de Dios, para que así seamos misericordiosos como el Padre, y como su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, la misericordia encarnada”, concluyó.

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