Cuando el Cardenal italiano Giorgio Marengo llegó por primera vez como sacerdote misionero a Mongolia hace 20 años, su misión instaló dos yurtas (tiendas redondas) en la estepa, una para actividades y otra para ofrecer Misa.
"Nos enviaron a un área lejana donde la Iglesia nunca había estado antes", recordó el Cardenal. "Después de un largo proceso para obtener los permisos necesarios, finalmente obtuvimos un terreno, vacío, nada", añadió.
Los misioneros católicos, que habían pasado tres años estudiando el idioma mongol como preparación, se preguntaron: "¿Por dónde empezamos?". Decidieron comenzar orando.