En un hecho histórico, el Papa Francisco se embarcará en un viaje de cuatro días a Mongolia, una nación situada entre las potencias mundiales de China y Rusia.
El viaje, previsto del 31 de agosto al 4 de septiembre, es un testimonio del compromiso del Papa por fomentar el diálogo y la unidad en lugares donde la presencia católica es mínima, pero profundamente significativa.
La República de Mongolia, un país sin salida al mar con una población aproximada de 3,32 millones de habitantes, alberga actualmente una pequeña comunidad católica de unos 1.300 fieles, frente a los 14 que había en 1995, según el Vaticano. Aun así, esto representa una pequeñísima fracción de los habitantes del país.