¿Qué enseña la conversión de San Agustín al hombre de hoy?

¿Qué enseña la conversión de San Agustín al hombre de hoy?
"San Agustín con la Virgen y el Niño" de Bartolomé Esteban Murillo (1664-1670). Crédito: Dominio público.

Con motivo de la celebración del Bautismo y Conversión de San Agustín, el P. Hans Zavala, sacerdote de la Orden de San Agustín y rector del Colegio Santa Rosa de Chosica (Perú), explicó qué nos enseña ese episodio de la vida del santo a los hombres de nuestro tiempo, marcados por la pérdida de sentido y valores, y cómo seguir su ejemplo frente a esos retos.

El P. Zavala destacó que "en la Iglesia solo se celebran dos conversiones": la de San Pablo y la de San Agustín, quien acogió el catolicismo "a los 32 años, ya adulto, a pesar de que desde muy temprana edad había sido educado en la fe católica".

San Agustín fue hombre que vivió en "una época muy parecida a la nuestra", en una sociedad decadente, relativista y sincretista "que tenía dioses a la carta" y donde los valores "se derrumbaban", dijo.

"Una sociedad aparentemente cristiana, pero que llevaba una religión más a su medida o cómoda, con tiranos, con guerras como las que tenemos hoy en día. Una sociedad donde no había verdad, donde todo dependía de la cultura, la época, y de alguna manera, de la comodidad de la gente, que se creaba un dios a su imagen", agregó.

En medio de este contexto, "la conversión de San Agustín enseña al hombre de hoy que, por más alejado que uno esté de la vida y amor de Dios, del verdadero sentido de la fe, siempre es posible regresar a Dios", pues "nunca es tarde para poder convertirse".

No obstante, recordó que esto solo será posible "si tenemos los ojos y oídos atentos a la Palabra de Dios, a la voz del Señor, que pasa y que puede pasar por la voz de un amigo, de una persona que se acerca a corregirte, de una madre y de tantas personas que pueden ir acompañándonos en nuestra vida".

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Finalmente, el P. Zavala afirmó que "la conversión de San Agustín enseña que nunca es tarde para dar un paso de regreso a la Casa del Padre y de que, en la vida, pues si bien es cierto, todos tenemos debilidades y muchas veces caemos, siempre, pero siempre podemos volver a Dios".

"No importa el pecado que hayamos cometido, Dios siempre estará dispuesto a abrazarnos y acogernos como ese Padre de la parábola" del hijo pródigo, concluyó.

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