Protege también, oh Santo Obispo, a nuestro Sumo Pontífice, a la Iglesia y a todo el pueblo cristiano. Conduce al camino recto de la salvación a los que viven sumidos en el pecado, o envueltos en las tinieblas de la ignorancia, del error y de la herejía.
Consuela a los afligidos, socorre a los necesitados, conforta a los pusilánimes, defiende a los oprimidos, asiste a los enfermos; y haz que todos experimenten los efectos de tu intercesión ante el Señor, quien es el dispensador de todos los bienes. Amén.
Súplica
¡Oh bienaventurado San Nicolás de Bari!, al que acuden las familias, los pobres, los enfermos, los comerciantes, los empleados, los presos, los niños, las doncellas en peligro;