Es mi gran deseo que la reflexión sobre el tema del hambre, propuesta a los católicos brasileños durante el próximo tiempo de Cuaresma, conduzca no sólo a acciones concretas, sino también a concienciar a todos de que compartir los dones que el Señor nos concede en su bondad no puede limitarse a un momento, a una campaña o a alguna acción concreta, sino que debe ser una actitud constante de todos nosotros, comprometiéndonos con Cristo presente en todo hambriento.
Espero también que esta conciencia personal resuene en nuestras estructuras parroquiales y diocesanas, pero también que encuentre eco en los órganos de gobierno a nivel federal, estatal y municipal, así como en las demás entidades de la sociedad civil, para que, trabajando todos juntos, puedan erradicar definitivamente el flagelo del hambre de las tierras brasileñas.
Recordemos que "los que sufren la miseria no son diferentes de nosotros. Tienen la misma carne y la misma sangre que nosotros. Merecen, por lo tanto, una mano amiga que acuda en su ayuda, para que nadie se quede atrás y la fraternidad tenga derecho de ciudadanía en nuestro mundo" (Mensaje para la Jornada Mundial de la Alimentación, 16/X/2018, n. 7).
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