¡Oh esforzada mártir de Jesucristo, Santa Águeda! ¡Oh inmoble y constante columna de la fe de vuestro divino Esposo! Os ruego me alcancéis de su divina Majestad una fe viva y animosa, con la cual venza todas las tentaciones de mis enemigos, y camine sin tropiezo a donde me llamó el Señor en el día del santo Bautismo. Por los incendios que vuestra fe venció, os hizo Dios especial abogada contra ellos; como lo experimentaron los mismos gentiles de vuestra ciudad.
Un año después y en el mismo día de vuestra feliz muerte, cuando despeñándose del Etna un impetuoso torrente de fuego, que iba a devorarla, ellos, movidos por Númen superior, tomaron el velo que cubría vuestro santo sepulcro, y poniéndolo delante de aquel inflamado río, al instante reconoció vuestra virtud, parándose, y dejando libre de sus voraces ardores a la ciudad. Librad, pues, poderosa santa, de los incendios a todos los cristianos, no sólo de los que queman los cuerpos, más también de los de la humana concupiscencia que abrasan el alma.
Haced, Santa mía, que el Omnipotente detenga el brazo de su justicia, para que no nos devore el torrente de las llamas del infierno, tan merecidas por nuestros pecados. Cubridnos con el velo de vuestra protección, para reconciliarnos con nuestro Dios, tan ofendido de nosotros, a quien amemos ahora y eternamente en la Gloria. Amén.
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