El Primer Domingo de Adviento es el inicio de un tiempo especial de preparación para vivir el gozo de la Navidad. Al mismo tiempo, se da inicio a un Nuevo Año Litúrgico para la Iglesia Católica. En esta ocasión, en el Evangelio (Mateo 24, 37-44), Jesús exhorta a estar preparados: "Velen, pues, y estén preparados, porque no saben qué día va a venir su Señor".
Todas las lecturas bíblicas que escucharemos a lo largo de esta primera semana, de la misma manera que la predicación, son una invitación a estar vigilantes, atentos. Debemos estar vigilantes porque el Señor ha de venir en el momento menos pensado: “Tengan por cierto que si un padre de familia supiera a qué hora va a venir el ladrón, estaría vigilando y no dejaría que se le metiera por un boquete en su casa”.
Por eso, es indispensable que todo miembro de la Iglesia haga un propósito de conversión y ponga medidas para avanzar en su conversión personal. En esto consiste el camino hacia la Navidad.
Espíritu navideño, ¿cómo vivirlo?: diálogo y reconciliación
En algún momento propicio de este domingo -tal vez después de la Oración familiar en la que se enciende la primera vela de la corona de Adviento-, los integrantes de la familia deberían reflexionar de manera sencilla en torno a las relaciones familiares, y pasar a la acción pidiendo perdón a quienes se ha ofendido; y, de parte del ofendido, otorgar el perdón requerido. Las palabras de aliento, esperanza y comprensión entre los miembros de la familia constituyen dones auténticos que Dios quiere regalar a cada familia. Acojamos esos dones maravillosos.
Un momento así, de verdadero encuentro familiar, puede marcar el mejor inicio para un renovado año, en el que debemos seguir creciendo en el amor, aportando a un ambiente de mayor armonía. Así, desde cada hogar católico se extenderá la paz y la alegría a quienes nos rodean, ya sea en la escuela, el trabajo, el vecindario, el instituto, la universidad, el club deportivo, el grupo de amigos, etc.