22 de diciembre de 2025 Donar
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En Navidad, cardenal anima a preguntarse de qué nos salva Jesús

Pintura de Raúl Berzosa de los Tres Reyes Magos adorando al Niño Jesús/ Crédito: Cortesía de Raúl Berzosa

En cercanías de la Navidad, el Cardenal Fernando Chomali, Arzobispo de Santiago (Chile), compartió con ACI Prensa una reflexión en la que anima a preguntarnos: “Jesús nos salva, ¿de qué?”. 

Haciendo hincapié en el Adviento, el purpurado señaló que es un tiempo para preparar el corazón “para recibir al Salvador”, una invitación que muchas veces “pareciera caer en oídos sordos en medio del ruido cotidiano”.  

Sin embargo, las compras y la publicidad, lamentó, “agobian los sentidos”, alejándonos de la “Noche de paz, noche de amor”.  

“Este dejó de ser un tiempo de reflexión y de contemplación del misterio. Y con razón muchos se preguntan de qué nos salva Jesús y por qué ese hecho es fundamental para nuestras vidas. ¿Sería justo decir que viene a salvarnos de nosotros mismos?”, planteó. 

“Que Jesús nos salve significa reconocer que sólo Él puede restituir en cada uno de nosotros el proyecto original que soñó Dios al crearnos: amar, ser amados y cooperar para embellecer el mundo”, precisó. Sólo así, consideró, “podremos proseguir con su obra creadora y salvífica”. 

“Lamentablemente el ajetreo de fin de año no contribuye a que eso se dé, y si se da, es con mucha fatiga. ¡Y cómo nos pesa!”, admitió.  

En ese sentido, advirtió que “nos cuesta ser felices y de fondo cargamos con un vacío existencial que nos hace desdichados”, y genera frustración y envidia. 

“La constante sensación de que ‘el jardín del vecino es más verde’ y que el nuestro nunca es como quisiéramos”, advirtió el Arzobispo de Santiago, no es parte del plan de Dios, sino de una cultura que insiste en comprar y llenarse de cosas “que realmente no necesitamos”. 

 “¿Qué nos está pasando?”, planteó. “Sacamos a Dios del pesebre. Sacamos también a los pastores, a los pobres y a los descartados, sacamos a los sabios y también a María y a José. Los que han quedado, los animales, los hemos puesto a nuestro completo servicio”, describió.  

La herida del pecado nos hace olvidar la centralidad de amar 

El purpurado explicó que, desde una perspectiva teológica, “la causa última de este fenómeno es el pecado, una herida que tenemos y que nos impide tener relaciones plenamente humanas, sanas y fraternas”, al tiempo que “nos hace olvidar la centralidad de amar y acoger el amor de otros, así como trabajar para mejorar el mundo que se nos ha dado, en el deseo de bien común”. 

El pecado, señaló, “nos hace sufrir tanto a nosotros como a las personas que están a nuestro alrededor y nos hace vivir en una constante sensación de malestar”. 

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“El egoísmo, el individualismo, el afán desmesurado de poder, la avaricia”, junto con la indiferencia con los necesitados, “son actitudes que traen consecuencias lamentables como la corrupción, la violencia, la pobreza, y, en definitiva, la muerte”, agregó. 

En esa línea, cuestionó: “¿Acaso la búsqueda incesante de cosas, nuevas sensaciones y experiencias, no intenta llenar ese vacío profundo que invade nuestra alma?”. 

Jesús salvará a su pueblo de sus pecados 

Sin embargo, animó a la esperanza porque “no todo está perdido”. La Navidad, destacó, “nos trae una maravillosa noticia: Jesús ‘salvará a su pueblo de sus pecados’. Él nace para hacerse uno con nosotros y así restituir nuestra capacidad de amar", una gracia gratuita para quien “se reconozca necesitado de ella y la quiera recibir”. 

Aceptar ser restaurados por el amor, subrayó el cardenal, es “un camino que se recorre durante toda la vida y que llamamos conversión”, y que consiste en “acoger en nuestras vidas a Jesucristo para que convierta nuestro corazón de piedra, egoísta e indiferente en un corazón de carne, misericordioso y fraterno”.  

Para ello “será necesario mirarnos y reconocer que necesitamos del amor de Dios para ser felices. Mirarnos y encontrar a Dios más cerca de lo que imaginamos”, aconsejó. 

Navidad, sintetizó, es “un tiempo para reconocer en la sencillez y humildad del niño Jesús, a nuestro Salvador. Él es verdadero Dios y verdadero hombre que acampa en medio de nosotros y nos invita a vivir el amor, el perdón y la misericordia”.  

“Él nos renueva la esperanza y nos hace recuperar la paz. En definitiva, Jesús no viene a salvarnos de nosotros mismos, sino a salvarnos de la desesperanza, del vacío y del sinsentido. Su gracia renueva nuestro modo de ser, de pensar, de observar el mundo y a los demás y se constituye en un envío a vivir como Él lo hizo”, concluyó. 

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