Los obispos españoles han felicitado la Navidad a sus diocesanos en mensajes que han subrayado palabras como paz, humildad, acogida y autenticidad, a pocos días de celebrar el nacimiento del Hijo de Dios.
El Arzobispo de Madrid, Cardenal José Cobo, ha compartido que esta solemnidad llega “pequeña y frágil, casi desapercibida”, con un Niño que es Dios y “no se cansa de buscarnos”.
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Ante la luminosidad que brota del misterio del pesebre, el Cardenal Cobo recuerda que el mundo está “escaso de luz”, de tal manera que son muchos los dramas que quedan en las sombras de nuestro tiempo que necesitan ser iluminadas por “la luz salvadora de Belén”.
Por otro lado, Mons. Cobo anima a que los seres humanos se vean “no como rivales ni contrincantes, sino como hermanos”. En concreto, presentó la Iglesia Católica en Madrid como un pesebre abierto en el que "dar la mano a toda la gente de buena voluntad y a todas las instituciones que desean trabajar por un mundo más tierno y más justo”.
Por su parte, el Arzobispo de Barcelona, Cardenal Juan José Omella, denunció que, en unos días en que casi todos se reúnen en sus casas, “muchos de nuestros hermanos no pueden volver a casa, porque no la tienen, porque no se la pueden permitir o porque se la han destruido”.
El cardenal animó a prestar atención "a los pequeños, a los pobres y a los vulnerables, a los que viven a la intemperie” y a mirarlos "con la mirada de Jesucristo”.
Por otro lado, pidió que en la lista de regalos se incluya “amabilidad y ternura como
“lo fueron María y José con su Hijo y con aquellos que venían a verlo” y que dejemos que Dios entre en nuestras vidas: "Dejemos que su sonrisa y su paz nos invadan. Él es la luz que nunca se apaga y la que nos impulsará a actuar cuando sea necesario”
El Arzobispo de Granada, Mons. José María Gil Tamayo, subrayó que la Navidad es celebrar el nacimiento del Hijo de Dios, motivo por el que instó a "quitar hojarasca, para que no se queden solo desde el punto de vista cristiano en unas fiestas de invierno, sino en algo mucho más profundo y ese encuentro con Jesucristo”.
“Precisamente, celebramos esa proclamación de la divinidad de Cristo en el Concilio de Nicea en estos días y, al mismo tiempo, nos damos cuenta de que es Dios con nosotros, que es el Dios cercano, que es el Dios amigo, que es el Dios del amor. Y eso nos tiene que inspirar”, añadió.
Mons. Gil Tamayo concluyó deseando que podamos celebrar este misterio en familia “y en paz con los amigos” que se haga extensiva al mundo.
“Hace falta tener espíritu franciscano”
Desde la Archidiócesis de Pamplona, Mons. Florencio Roselló enfatizó que su mensaje de Navidad “quiere ser este mensaje de paz, este mensaje de solidaridad, que Navidad no pase de largo en tu vida, porque eso significará que Jesús ha quedado en tu vida, que Jesús te ha marcado”.
Mons. José Ángel Saiz Meneses, Arzobispo de Sevilla, animó a ser consciente del misterio de la Navidad en el que “Dios mismo, por amor a cada uno de nosotros y por amor a este mundo, tan cruel a veces sobre todo con los pequeños y los pobres, se ha hecho hombre, se ha hecho uno de nosotros”.
Mons. Saiz expresó que, “para sintonizar con la Navidad hace falta tener espíritu franciscano, y no es casualidad que fuera Francisco de Asís el inventor genial de la tradición del Belén hogareño, de tanto arraigo en los países de nuestro entorno cultural”. Por ello, subrayó la importancia de cuidar las tradiciones "expresión de nuestra identidad cultural y de nuestra fe cristiana”.
“Celebramos que el Eterno entró en el tiempo, el Infinito entró en el espacio, el omnipotente se hizo un Niño que dependía de sus padres, y nos llama a hacer posible el encuentro con él. Este es el misterio que celebramos en Navidad”, añadió.
“No es un mero evento histórico”
El Arzobispo de Zaragoza, Mons. Carlos Escribano, comenzó su reflexión sobre esta fiesta señalando que “la Navidad no es un mero evento histórico”, sino "un misterio vivo que resplandece como la fuente inagotable de la esperanza humana y cristiana”. Esto nos obliga "a trascender los elementos meramente externos que pueden distraernos, para sumergirnos en la radicalidad del acto de Dios: hacerse pequeño para que podamos creer en una promesa insospechada”.
Mons. Escribano, alerta la Nochebuena significa "la noche más larga y oscura, elegida por Dios para manifestarse al mundo” que está herido y en el que, en mitad de las tinieblas, "ocurre lo inesperado: la Virgen María da a luz. La luz que irrumpe en esa noche no es una luz natural, sino una Luz divina”.
Además, lo sucedido en Belén “nos enseña que la verdadera esperanza no está ligada al poder o al éxito mundano, sino a la humildad y a la confianza radical en que Dios actúa a través de lo más pequeño e insignificante”.
“La Nochebuena y la Navidad son la gran catequesis de la esperanza: nos enseñan que el fracaso humano (no había sitio en la posada) no es el fracaso de Dios. Por el contrario, Dios utiliza nuestra carencia para manifestar Su poder salvador”, concluyó Mons. Escribano.

