El Papa León XIV aprobó este jueves las virtudes heroicas de la Sierva de Dios Doménica Catalina del Espíritu Santo, fundadora de la Congregación de las Hermanas Dominicas de la Pequeña Casa de la Divina Providencia, cuya sencilla vida, desconocida para muchos, fue una continua prueba de confianza en el Señor.
La infancia de Catalina, bautizada en 1822 en la ciudad italiana de Né con el nombre de Teresa Solari, no estuvo exenta de dificultades. Su madre, Angela Maria Rissetto, falleció cuando ella tenía tan sólo tres años y pronto su padre y su madrastra la consideraron “un peso” del que tenían que hacerse cargo.
De ambos recibió malos tratos e incluso, según relataba con sencillez más tarde la propia Catalina, fue abandonada a orillas del mar. Sin embargo, “Dios la salvó” y fue acogida por una tía suya, quien le dio la oportunidad de pastorear ovejas.
En la soledad y el silencio que reinaba en su labor como pastora, comenzó a sentir una fuerte presencia de Dios, lo que le llevó hasta las Hijas de María Santísima del Huerto, en la ciudad de Chiávari, junto a quienes descubrió su vocación: ayudar a la niñas que, como ella, habían quedado huérfanas.
Aquejada por varias enfermedades fue ingresada en el Hospital de Chiávari y más tarde trasladada a Génova. Incluso, según narra el sitio web de santos y beatos italianos, habiéndose constatado su fallecimiento, fue trasladada al depósito de cadáveres. Sin embargo, una amiga que fue a velar su cuerpo se dio cuenta de que respiraba y que seguía aún con vida.