Los obispos católicos de Estados Unidos han expresado su desaprobación unánime ante la “deportación masiva e indiscriminada de personas”, luego de que el Departamento de Seguridad Nacional (DHS) reportara más de 527,000 deportaciones y otros 1.6 millones de autodeportaciones desde el 20 de enero.
Varios católicos de la administración Trump, como el vicepresidente J.D. Vance y el responsable de la frontera, Tom Homan, han invocado su fe para defender la severa represión contra los migrantes que no tienen estatus legal en el país tras el mensaje de consternación de los obispos.
Cuidar a los inmigrantes es un mandato claro en las Escrituras. La enseñanza católica sobre las deportaciones masivas presenta matices, con obligaciones para los países ricos de acoger a los inmigrantes y responsabilidades para estos de cumplir con las leyes de los países que los reciben. El enfoque católico sobre la inmigración en las últimas décadas ha enfatizado la misericordia y el respeto por la dignidad humana de los migrantes, así como la prudencia de los funcionarios públicos para salvaguardar el bien común, con énfasis en una respuesta a los migrantes que “acoja, proteja, promueva e integre”.
Si bien la enseñanza católica afirma la dignidad humana y el derecho a migrar cuando sea necesario, el debate se ha centrado en los medios de la política migratoria.
¿Cuándo es una política de deportación “intrínsecamente mala”?
Si algo es “intrínsecamente malo”, significa que es inmoral bajo cualquier circunstancia y por cualquier motivo, independientemente de la motivación o la consecuencia prevista de la acción. Ese término se reserva para acciones en sí mismas que nunca pueden justificarse moralmente.