5 de diciembre de 2025 Donar
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En un Líbano herido por la guerra, el Papa anima a permanecer con María junto a la cruz

El Papa León XIV junto a la imagen de Nuestra Señora del Líbano/ Crédito: Vatican Media

Después de visitar la tumba de San Chárbel, el Papa León XIV se trasladó en coche al Santuario de Nuestra Señora del Líbano en Harissa para mantener un encuentro con los obispos, los sacerdotes, los consagrados, las consagradas y los agentes pastorales del país.

A su llegada fue recibido en la entrada principal del Santuario por el Vicario Apostólico de los Latinos de Beirut por el Superior de la Congregación de los Misioneros Libaneses y por el Rector del Santuario, quien le presentó la cruz y el agua bendita para la aspersión.

El abarrotado santuario estalló en un gran aplauso y vítores con la llegada del Pontífice, unos veinte minutos más tarde de lo previsto. En una atmósfera de incontenible alegría, se escuchaban fuertes “¡Viva el Papa!” y los fieles se agolpaban en los laterales del pasillo central para poderlo saludar, mientras el Papa estrechaba sus manos sin perder la sonrisa. 

El Santuario, abarrotado, a la espera del Santo Padre. Crédito: Elias Turk/EWTN News

El Catholicós-Patriarca de Cilicia de los Armenios Católicos, Raphaël bedros XXI, dirigió unas palabras de bienvenida y expresó lo que significa la visita del Papa para los católicos del país: “Su presencia, Santísimo Padre, nos recuerda que Dios está con nosotros. La Iglesia está con nosotros. Nunca estamos solos”.

El Papa escuchó a continuación varios testimonio conmovedores, como el del P. Youhanna, quien ejerce su ministerio en Debbabiyé, el pequeño pueblo en el que a pesar de la extrema necesidad y bajo la amenaza de los bombardeos, cristianos y musulmanes, libaneses y refugiados del otro lado de la frontera.

La joven Loren relató el trabajo que realiza con migrantes y la hermana Dima también compartió su testimonio en la escuela que dirige, que permanece abierta a pesar del estallido de la violencia. 

María nos da la fuerza cuando a nuestro alrededor retumba el ruido de las armas

Al inicio de su discurso, León XIV destacó que el Líbano construye “la comunión en la caridad” y se refirió al Santuario de Harissa como “un signo de unidad para todo el pueblo libanés”.

Al hacer referencia al clima de guerra que se vive en el país, el Pontífice subrayó que “permaneciendo con María junto a la cruz de Jesús, nuestra oración —puente invisible que une los corazones— nos da la fuerza para seguir esperando y trabajando, incluso cuando a nuestro alrededor retumba el ruido de las armas y las exigencias propias de la vida cotidiana se convierten en un desafío”.

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El Santo Padre también afirmó que “si queremos construir la paz” debemos “anclarnos”al cielo y, “firmemente dirigidos hacia allí, amemos sin miedo a perder lo efímero y demos sin medida”.

“De estas raíces, fuertes y profundas como las de los cedros, crece el amor y, con la ayuda de  Dios, cobran vida obras concretas y duraderas de solidaridad”, dijo a continuación.

El Papa hizo alusión al testimonio del sacerdote, quien recuerda “que en la caridad, cada uno de nosotros tiene algo que dar y que recibir, y que el donarnos mutuamente nos enriquece a  todos y nos acerca a Dios”.

Los católicos del país esperan al Papa en el Santuario de Nuestra Señora del Líbano. Crédito: Elias Turk/EWTN News

Convertir nuestro sufrimiento en grito de amor a Dios

Al recordar a Benedicto XVI, quien invitó a “convertir nuestro sufrimiento en grito de amor a Dios”, el Papa aseguró que “es el único modo para no sentirnos aplastados por la injusticia y la opresión, incluso cuando, como hemos oído, nos traicionan personas y organizaciones que especulan sin escrúpulos con la  desesperación de quien no tiene alternativas”. 

“Sólo así podremos volver a esperar en el mañana, a pesar de la dureza de un presente difícil de afrontar”, afirmó. A este respecto, exhortó a favorecer la presencia de los jóvenes, también en las estructuras eclesiales.

Servir incluso en el cansancio

A la luz del testimonio de Loren invitó a comprometernos “para que nadie tenga que huir de su país debido a conflictos absurdos y despiadados, y para que quien llama a la puerta de nuestras comunidades nunca se sienta rechazado”.

Para el Santo Padre, la experiencia de la hermana Dima nos invita “a amar en medio del odio, a servir incluso en el cansancio y a creer en un futuro diferente más allá de toda expectativa”. 

El Pontífice también subrayó que la formación de la mente debe ir siempre unida a la educación del corazón: “Recordemos que nuestra primera escuela es la cruz y que nuestro único Maestro es Cristo”.

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Animó también a los fieles de la nación a ser “perfume de Cristo”, que no es “un producto costoso reservado a unos pocos que pueden permitírselo, sino el aroma que se desprende de una mesa generosa en la que hay muchos platos diferentes y de la que todos pueden  servirse juntos”. 

Al finalizar, el Santo Padre volvió a atravesar la nave central y llegó al presbiterio, donde fue acogido por el Patriarca de la Iglesia Armenia Católica, mientras el coro entonaba un hermoso canto.

El Papa León XIV entregó a la Virgen, Nuestra Señora del Líbano, una Rosa de Oro. Tras posar en una foto de grupo junto a los Obispos y recibir algunos dones, León XIV se despidió de los Patriarcas y, antes de subir al coche, bendijo la primera piedra de la “Ciudad de la Paz”.

Santuario de Nuestra Señora del Líbano

El Santuario de Nuestra Señora del Líbano fue construido en 1904 con ocasión del 50° aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción por el Papa Pío IX. La inauguración tuvo lugar el primer domingo de mayo de 1908, fecha que desde entonces se celebra como la fiesta anual de Nuestra Señora del Líbano.

La blanca estatua de la Virgen, de bronce y fundida en Lyon (Francia), mide 8,50 metros de altura y pesa alrededor de 15 toneladas. La torre-pedestal de piedra tallada a mano, de forma cónica, tiene 21 metros de altura, y su escalera de caracol es recorrida por los peregrinos en oración, a menudo descalzos o de rodillas, hasta llegar a la estatua de la Virgen en la cima.

Confiado al cuidado de la Congregación de los Misioneros Libaneses, es uno de los santuarios marianos más importantes del Medio Oriente. Los peregrinos acuden a él a lo largo de todo el año, pero especialmente durante el mes de mayo, cuando las procesiones nocturnas parten desde la costa. También son numerosos los visitantes musulmanes que se acercan al Santuario, a menudo los domingos, para venerar a María.

Desde julio de 1993, una nueva basílica se alza junto a la torre-pedestal del santuario. Su audaz geometría quiere representar la proa de un barco fenicio. En su interior alberga una copia de la estatua de la Virgen de Lourdes, bendecida por Juan Pablo II el 22 de marzo de 1992, durante la Misa por los enfermos en la Basílica Vaticana, y traída al Líbano por la Obra Romana de Peregrinaciones.

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