El P. Matthew Eya volvía a su parroquia, la de San Carlos en Eha-Ndiagu (Nigeria), cuando al menos dos hombres armados en motocicletas dispararon a las ruedas de su coche. Cuando este se detuvo, él mismo recibió varios tiros a corta distancia. El relato de los testigos que recogió la agencia Fides a partir de la reconstrucción de la prensa local, su muerte en la noche del 19 de septiembre no fue un secuestro que salió mal. Fue un asesinato en toda regla.
Una prueba más de que la violencia contra sacerdotes católicos en Nigeria sigue aumentando de manera alarmante, especialmente en la región oriental del país. Según el informe de la ONG International Society for Civil Liberties and Rule of Law (Intersociety), publicado en agosto y actualizado esta semana, solo entre enero y septiembre, al menos 15 sacerdotes han sido secuestrados.
Según la Conferencia Episcopal de Nigeria (CBCN), desde 2015 al menos 145 sacerdotes fueron secuestrados, once asesinados y cuatro permanecen desaparecidos. Sin embargo, la ONG Intersociety afirma que la realidad es mucho peor. Según sus recuentos, los clérigos católicos atacados son al menos 250, además de otros 350 de otras confesiones.
El fenómeno, según el informe, se debe a una combinación de ataques de grupos yihadistas y de bandas criminales organizadas, que operan con fines de lucro. Los sacerdotes han sido víctimas tanto de emboscadas violentas como de extorsiones millonarias. “Muchos fueron secuestrados para exigir rescates que alcanzan decenas de millones de nairas [moneda nigeriana] o miles de dólares. En otros casos, los atacantes buscaban apropiarse de vehículos de lujo pertenecientes a los clérigos para venderlos en redes criminales”, detalla Intersociety en el informe.
Entre los casos más recientes se encuentran, por ejemplo, el P. Wilfred Ezemba, párroco de San Pablo en Agaliga-Efabo (Estado de Kogi), secuestrado el 12 de septiembre junto a otros viajeros por presuntos yihadistas y liberado el 16 de septiembre; el P. Mathew Eya, párroco de Santa María en Ehandiagu (Nsukka, Estado de Enugu), asesinado a tiros el 19 de septiembre por atacantes armados en la carretera Ehalumona-Nsukka, zona asolada por la violencia de milicias fulani y grupos extremistas.