En su catequesis de este miércoles 10 de septiembre, el Papa León XIV explicó que nuestro grito en el dolor, al igual que el de Jesús en la cruz, no es una señal de debilidad, sino de humanidad que puede convertirse en esperanza y en una forma extrema de oración.
La lluvia en Roma impidió que el Santo Padre dedicara un largo tiempo a saludar a los fieles en la Plaza de San Pedro. A bordo del papamóvil, recorrió el lugar entre aplausos y ovaciones, deteniéndose para dar su bendición, en particular a los más pequeños.
El Santo Padre dedicó su catequesis de la Audiencia General, que comenzó con un ligero retraso de poco más de cinco minutos sobre la hora prevista, a la reflexión sobre la “cumbre de la vida de Jesús en este mundo: su muerte en la cruz”.
En concreto, el Pontífice destacó un “detalle muy valioso” e invitó a contemplarlo con la “inteligencia de la fe”: “En la cruz, Jesús no muere en silencio”, explicó.
Un grito que manifiesta el amor más grande
Al haber cumplido con su misión en la tierra, Cristo dejó la vida con un grito: “Jesús, dando un fuerte grito, expiró”. Para el Santo Padre, “este grito lo encierra todo: dolor, abandono, fe, ofrenda. No es sólo la voz de un cuerpo que cede, sino la última señal de una vida que se entrega”.