El Concilio de Nicea, que cumple 1700 años este 2025, fue el tema que abordaron el Cardenal Kurt Koch, prefecto del Dicasterio para la Promoción de la Unidad Cristiana; y Bartolomé, Patriarca Ecuménico de Constantinopla, durante el Meeting de Rimini que se llevó a cabo del 22 al 27 de agosto.
Ambos representantes fueron presentados por el P. Andrea D'Auria, director del Centro Internacional de Comunión y Liberación, quien se hizo eco de las palabras del Papa León XIV: “El Concilio de Nicea es una brújula que debe seguir guiándonos hacia la plena unidad visible de los cristianos... Por lo tanto, Nicea no fue algo abstracto, sino que tiene que ver con nuestra fe hoy; concierne a nuestra relación con Dios, con el prójimo y con nosotros mismos”.
En su presentación, el Cardenal Koch destacó la importancia de las cuestiones doctrinales abordadas por el Concilio a través de la Declaración de los 318 Padres:
“Con ella, los Padres profesaron su fe en 'un solo Dios, Padre omnipotente, creador de todo lo visible e invisible'... Y en la carta del Sínodo a los egipcios, los Padres anunciaron que el primer objeto real de estudio era el hecho de que Arrio y sus seguidores eran enemigos de la fe y se oponían a la ley, y por lo tanto afirmaron que habían 'decidido unánimemente condenar con anatema su doctrina contraria a la fe, sus declaraciones y descripciones blasfemas, con las que insultaba al Hijo de Dios'", señaló.
“Estas afirmaciones —añadió— delinean el contexto del credo formulado por el Concilio, que profesa la fe en Jesucristo como Hijo de Dios, 'consustancial con el Padre'. El contexto histórico es el de una violenta disputa que estalló en el cristianismo de la época, especialmente en la parte oriental del Imperio romano; de ello se desprende que, a principios del siglo IV, la cuestión cristológica se había convertido en el tema crucial del monoteísmo cristiano”.
Tras una larga disputa sobre el término homoousios, el Concilio de Nicea situó en el centro de la profesión de la oración de Jesús al Padre: “El credo cristológico del Concilio se ha convertido en la base de la fe cristiana común. El Concilio reviste una gran importancia, sobre todo porque tuvo lugar en una época en la que el cristianismo aún no estaba desgarrado por las numerosas divisiones que surgirían posteriormente. El Credo Niceno es común no solo a las Iglesias orientales, las Iglesias ortodoxas y la Iglesia católica, sino también a las comunidades eclesiales nacidas de la Reforma; por lo tanto, no debe subestimarse su importancia ecuménica”.