Muchos pensadores católicos han extraído su sabiduría del silencio contemplativo del claustro. Otros, a lo largo de la historia, han navegado las intrigas de las cortes reales, desde el Concilio de Trento hasta las dinastías de los Borbones y Habsburgo, pasando por la Revolución Francesa.
Baltasar Gracián, un jesuita español del siglo XVII, hizo ambas cosas. Viviendo en la estela de la Reforma, creó una de las obras más inusuales de sabiduría espiritual jamás escritas: una colección de aforismos tan agudos como duraderos.
Oráculo manual y arte de prudencia, su composición de 300 máximas, destila el arte de vivir sabiamente en un mundo gobernado por la vanidad, la ilusión y el interés propio. Lejos de ser un llamado a rendirse, ofrece una estrategia para el compromiso, consejos prácticos para quienes están decididos a permanecer en el mundo sin dejarse moldear por sus peores tendencias. El P. Gracián veía la naturaleza humana con una lucidez que no sólo era teológica sino también brutalmente realista.
Aunque hoy es poco conocido en círculos católicos, este pequeño libro ha dejado una huella duradera en tradiciones intelectuales y estratégicas. Admiradores como Friedrich Nietzsche, Arthur Schopenhauer y Elon Musk, además de innumerables líderes empresariales, reflejan la sorprendente amplitud de su atractivo.
Frecuentemente descrito como el primer manual moderno de autoayuda —o una respuesta católica a El Príncipe de Nicolás Maquiavelo— Oráculo manual y arte de prudencia, publicado en 1647, resiste una clasificación sencilla. Escrito en la turbulencia espiritual y política de la Europa post-Reforma, es a la vez un espejo de su época y una guía atemporal. En su núcleo yace un llamado a ser a la vez inocente y perspicaz, prudente y recto, estratégico y santo.