Tercer día

El matrimonio de San José

La santísima Virgen María fue llevada al Templo, y cuando tenía catorce años, el sumo sacerdote pensó en casarla; convocó a los descendientes de David, que eran los únicos que podían aspirar a la mano de esta Virgen, que también descendía de este santo rey; y José se encontraba entre ellos. Una antigua tradición dice que se envió a los pretendientes una rama de árbol que debían sostener en la mano, mientras que los sacerdotes ofrecían un sacrificio al Señor: la rama que sostenía José floreció y dejó ver un lirio resplandeciente de blancura; ese signo lo designó, y fue propuesto a María como su prometido. Sumisa a la voluntad de Dios, ella aceptó, y su santísimo y purísimo matrimonio fue consagrado según la ley de Moisés. Los ángeles del Cielo admiraron esta bella y virginal unión, que hacía de San José el protector, el guardián, el amigo de la Virgen Inmaculada y de María, la sierva, la amiga, la compañera devota del más justo de los hombres. Están unidos porque Dios lo quiere, para cumplir los designios de Dios, para vivir bajo su mirada y cumplir su ley. Hijos, ustedes no conocen cuál es la vocación a la que los llama el señor, pero sea cual fuere,.pueden prepararse mediante la oración, mediante la guarda de su corazón y por una santa fidelidad para seguir las opiniones de aquel que ha tomado el cuidado de sus conciencias. Dios, que verá la preparación de sus almas los bendecirá.

Oración

Agradezco al Padre eterno que se dignó elegir a la santísima Virgen María como Madre de Dios y al Patriarca san José por su esposo. Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo, como era en un principio ahora y siempre, y por los siglos de los siglos. San José, casto esposo de la más pura de las Vígenes, ora por nosotros. Amén.

Ejemplo

Se lee en el Propagador de la Devoción a san José: Acabo de saldar con San José un adeuda de gratitud, porque fui, por su parte, objeto de una protección particular. He aquí cómo: me preparaba para rendir un examen con el fin de obtener una licencia de institutriz, y hasta el último momento había experimentado, en el estudio de algunas materias, dificultades que me parecían insuperables; a eso se sumaba una confusión en mis ideas, una falta de meoria que me desalentaba, lo mismo que a mis maestras; lo que sabía la víspera no lo sabía más al día siguiente; en la confusión y en la inquietud en que me encontraba, me dirigí al buen San José, y le hice una novena. Mi confianza no fue vana en lo absoluto: me escuchó a tal punto que las materias en las que era más débil fueron aquellas en las que obtuve mejor resultado.

¡Amor y gratitud a San José! Jamás olvidaré sus beneficios.


Traducido del francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa