Viernes 31 de Marzo de 2017

En aquel tiempo, Jesús estaba en Galilea, y no podía andar por Judea, porque los judíos buscaban matarle. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas. Después que sus hermanos subieron a la fiesta, entonces Él también subió no manifiestamente, sino de incógnito. Mediada ya la fiesta, subió Jesús al Templo y se puso a enseñar. Decían algunos de los de Jerusalén: «¿No es a ése a quien quieren matar? Mirad cómo habla con toda libertad y no le dicen nada. ¿Habrán reconocido de veras las autoridades que éste es el Cristo? Pero éste sabemos de dónde es, mientras que, cuando venga el Cristo, nadie sabrá de dónde es». Gritó, pues, Jesús, enseñando en el Templo y diciendo: «Me conocéis a mí y sabéis de dónde soy. Pero yo no he venido por mi cuenta; sino que me envió el que es veraz; pero vosotros no le conocéis. Yo le conozco, porque vengo de Él y Él es el que me ha enviado». Querían, pues, detenerle, pero nadie le echó mano, porque todavía no había llegado su hora.

Comentario:

Hoy Jesús está en Galilea y la gente trama matarlo, pero dice el Evangelio que nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora. Jesús era incómodo para mucha gente, sin embargo no se deja vencer por el miedo y sale a hablar públicamente en el templo. Quizá los que queremos seguir a Jesús podemos experimentar una situación parecida. Porque seguir al Señor en serio es un llamado a ser signo de contradicción. Es causar incomodidad en el mundo. Es ir contra la corriente.

Definitivamente seguir al Señor no nos va a hacer populares, todo lo contrario, vamos a encontrar oposición, vamos a causar incomodidad. Y esto es así no porque seamos unos conflictivos o pleitistas. Sino porque estamos llamados a traer a Cristo a este mundo, a vivir la caridad, a ser luz en medio del mundo. Pero en un mundo que vive en la oscuridad, prender una luz incomoda, molesta, irrita los ojos. Vayamos con valentía junto a Cristo. Hagamos lío, como nos dijo el Papa Francisco. Lío porque queremos vivir la caridad, porque queremos ser más misericordiosos con nuestros hermanos. Lío porque queremos amar a Dios sobre todas las cosas, en medio de un mundo que se ha olvidado de Dios.

P Juan José Paniagua