Viernes 16 de Junio de 2017

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Habéis oído que se dijo: “No cometerás adulterio”. Pues yo os digo: Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón. Si, pues, tu ojo derecho te es ocasión de pecado, sácatelo y arrójalo de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo sea arrojado a la Gehenna. Y si tu mano derecha te es ocasión de pecado, córtatela y arrójala de ti; más te conviene que se pierda uno de tus miembros, que no que todo tu cuerpo vaya a la Gehenna. “También se dijo: “El que repudie a su mujer, que le dé acta de divorcio”. Pues yo os digo: Todo el que repudia a su mujer, excepto el caso de fornicación, la hace ser adúltera; y el que se case con una repudiada, comete adulterio”.

Comentario:

Cuando dicen que un producto ha sido adulterado, significa que ha sido modificado, perdiendo así su calidad original. Ha sido alterado porque se le ha añadido algo que le es ajeno, desvirtuándose.

En el Evangelio de hoy Jesús nos habla sobre el adulterio. El adulterio es haber modificado el sentido auténtico y profundo del amor, haciéndolo perder su calidad original, su belleza, añadiéndole algo ajeno a él, que le es impropio, desvirtuándolo, rebajándolo. Y hoy Jesús nos dice que el adulterio no sólo es un acto físico, sino que también se puede cometer adulterio con la intención, con la mirada: "Todo el que mira a una mujer deseándola, ya cometió adulterio con ella en su corazón". Es un mandato que nos invita a vivir la pureza de intención, que no solamente se manifieste en actos físicos, sino que brote desde que sale del corazón, desde la intención con la que se mira, con la que uno se aproxima a una persona.

Y no es un mandato represivo, todo lo contrario, es un mandato que invita al amor pleno, puro, que respeta al prójimo en todo sentido, que invita a poder amar con un corazón más grande. Que todo nuestro ser, desde lo más visible hasta lo más invisible, opte por el Señor. No pretende Jesús que seamos perfectos y sin mancha, porque si no nos estaría pidiendo un imposible. Pero sí que cada día tratemos de seguirlo con mayor rectitud de intención.

P. Juan José Paniagua