Viernes 07 de Abril de 2017

En aquel tiempo, los judíos trajeron otra vez piedras para apedrearle. Jesús les dijo: «Muchas obras buenas que vienen del Padre os he mostrado. ¿Por cuál de esas obras queréis apedrearme?». Le respondieron los judíos: «No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino por una blasfemia y porque tú, siendo hombre, te haces a ti mismo Dios». Jesús les respondió: «¿No está escrito en vuestra Ley: ‘Yo he dicho: dioses sois’? Si llama dioses a aquellos a quienes se dirigió la Palabra de Dios —y no puede fallar la Escritura— a aquel a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo, ¿cómo le decís que blasfema por haber dicho: ‘Yo soy Hijo de Dios’? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis; pero si las hago, aunque a mí no me creáis, creed por las obras, y así sabréis y conoceréis que el Padre está en mí y yo en el Padre». Querían de nuevo prenderle, pero se les escapó de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde Juan había estado antes bautizando, y se quedó allí. Muchos fueron donde Él y decían: «Juan no realizó ninguna señal, pero todo lo que dijo Juan de éste, era verdad». Y muchos allí creyeron en Él.

Comentario:

Una vez más quieren matar a Jesús. Y hoy sus adversarios van a revelar la razón: "porque siendo hombre te haces Dios". A pesar de la necedad y dureza de corazón de los judíos y fariseos, en esta ocasión entendieron muy bien. Jesús es Dios. Y por eso se sorprendieron y querían matarlo. En cambio a nosotros nos puede pasar lo contrario. Que Jesús sea Dios es algo que ya no nos sorprende. Es más, estamos demasiado acostumbrados a haberlo escuchado: Jesús es el hijo de Dios. Quizá nos hemos acostumbrado a esta verdad.

Los judíos entendieron el mensaje, pero no le creyeron. Hoy el Señor nos invita a renovar nuestra fe en Él, en su divinidad. Si creemos en Dios, es para ponernos en sus manos, para amarlo con toda nuestra mente, con todo nuestro corazón, con todo nuestro ser. Si es verdaderamente Dios, no puede ocupar otro lugar en nuestra vida que no sea el centro. Creámosle a Jesús, y si nos cuesta tener fe, hagamos caso a la recomendación que nos da hoy: creámosle por sus obras. En estos días vamos a verlas con mucha intensidad. Su pasión, muerte y resurrección. ¿Pueden haber obras más contundentes que estas? ¿Ver a un Dios que se ha hecho como su creatura y que además ha dado la vida por ella? Es Dios mismo quien ha venido a compartir nuestra vida. Si ver tanto amor no nos mueve a convertirnos, es que hemos endurecido el corazón.

P. Juan José Paniagua