Sexto Día de la Novena a San Agustín sobre la Fe

Por la señal de la Santa Cruz, de nuestros enemigos, líbranos, Señor, Dios nuestro. En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

Sexto Día

“Gracias a la fe, esta vida nueva plasma toda la existencia humana en la novedad radical de la resurrección.” (Benedicto XVI, Porta Fidei 6)

Lectura Bíblica: Jn 11,19-27

Al enterarse de que Jesús llegaba, Marta salió a su encuentro, mientras María permanecía en la casa. Marta dijo a Jesús: "Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero yo sé que aun ahora, Dios te concederá todo lo que le pidas". Jesús le dijo: "Tu hermano resucitará". Marta le respondió: "Sé que resucitará en la resurrección del último día". Jesús le dijo: "Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?". Ella le respondió: "Sí, Señor, creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que debía venir al mundo".

Reflexión de San Agustín: Com. Ev. Jn 49,15

Ten, pues, fe, y, aunque estés muerto, vivirás. Pero, si no tienes fe, aunque estés con los que viven, estás muerto. Vamos a probar que, si no tienes fe, aunque vivo, estás muerto. A cierto mancebo que aplazaba seguir al Señor, dando por excusa que debía ir antes a sepultar a su padre, le respondió: Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú ven y sígueme. Había allí un muerto que enterrar, había también allí muertos de muertos, que habían de enterrar; aquél tenía su cuerpo muerto, éstos tenían el alma muerta. ¿Por qué? Porque les faltaba la fe. ¿Por qué la muerte del cuerpo? Porque no está allí el alma. Luego el alma de tu alma es la fe.

Padre Nuestro, Ave María, Gloria

Oración Final

Señor, estabas dentro de mi,
pero yo de mi mismo estaba fuera.
Y por fuera te buscaba... Estabas conmigo,
pero yo no estaba contigo.
Me mantenían alejado aquellas cosas que,
si en ti no fuesen, no existirían.
Pero me llamaste, gritaste, derrumbaste mi sordera. Brillaste, resplandeciste, ahuyentaste mi ceguera. Derramaste tu fragancia, la respiré y suspiro por ti. Gusté, tuve hambre y sed.
Me tocaste y ardo en deseos de tu paz.
Que yo te conozca, Dios mío,
de modo que te ame y no te pierda.
Que me conozca a mi mismo,
de tal manera que me desapegue de mis intereses y no me busque vanamente en cosa alguna.
Que yo te ame, Dios mío, riqueza de mi alma,
de modo que esté siempre contigo.
Que muera a mi mismo y renazca en ti.
Que sólo tú seas mi verdadera vida
y mi salud perfecta para siempre. Amén

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.