Sábado 01 de Abril de 2017

 Algunos de la multitud que lo habían oído, opinaban: "Este es verdaderamente el Profeta". 
Otros decían: "Este es el Mesías". Pero otros preguntaban: "¿Acaso el Mesías vendrá de Galilea? 
¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David y de Belén, el pueblo de donde era David?".
Y por causa de él, se produjo una división entre la gente.
Algunos querían detenerlo, pero nadie puso las manos sobre él.
Los guardias fueron a ver a los sumos sacerdotes y a los fariseos, y éstos les preguntaron: "¿Por qué no lo trajeron?".
Ellos respondieron: "Nadie habló jamás como este hombre".
Los fariseos respondieron: "¿También ustedes se dejaron engañar?
¿Acaso alguno de los jefes o los fariseos hemos creído en él?
En cambio, esa gente que no conoce la Ley está maldita".
Nicodemo, uno de ellos, que había ido antes a ver a Jesús, les dijo:
"¿Acaso nuestra Ley permite juzgar a un hombre sin escucharlo antes para saber lo que hizo?".
Le respondieron: "¿Tú también eres galileo? Examina las Escrituras y verás que de Galilea no surge ningún profeta".
Y cada uno regresó a su casa.

Comentario:

Todos conocemos el momento en el cual toman preso a Jesús, traicionado por Judas mientras rezaba en el huerto de los olivos. Sin embargo esta no había sido la primera vez que habían intentado apresarlo, acabamos de escuchar en este pasaje cómo enviaron a los guardias del templo para tomarlo. Sin embargo no lo hicieron, ¿Qué ocurrió con ellos? ¿Qué fue lo que los detuvo?

Sabían quién era Jesús, sabían dónde estaba y nisiquera estaba armado, el problema fue que se toparon con algo que ellos no esperaban: escucharon su palabra. Escucharon al señor hablando, esa palabra de Dios que entra en lo más profundo del corazón. Nunca hemos oído hablar a alguien así, dijeron. Hablan como quien tiene autoridad, sus palabras se clavaban como un dardo de fuego en el corazón, cuestionaban la vida, removían el alma. Se habían olvidado de darles una advertencia a estos guardias: que para apresar a Jesús tenían antes que endurecer el corazón y tapar los oídos, porque no hay otra.

O si no veamos otro personaje que aparece hoy y que tiene una actitud parecida: Nicodemo. Él ya conocía a Jesús, lo había visitado en la noche y quedó impresionado por sus palabras, creía en Él y sabía que estaba en la verdad, probablemente muy parecido a lo que pensaron y sintieron los guardias. Pero en el momento difícil cuando entraban a presarlo, solo tiene unas palabras de jurista, bien intencionado para defender al Señor. Y cuando lo toman preso, ya no se atrevió a decir nada más.

No nos hagamos nosotros los sordos, no nos tapemos los oídos. Ya hemos conocido nosotros al Señor, ya lo hemos escuchado, su palabra ha tocado el corazón, hemos descubierto que son palabras de vida eterna. Que nos sean entonces palabras bonitas, que han pasado por nuestros oídos que se manifiesten en nuestro compromiso con el Señor, en dar la cara por nuestra fe, en dar testimonio auténtico de vida cristiana en los momentos buenos y también en los difíciles.

Finalmente Nicodemo al ver la muerte del Señor reaccionó. Dice la escritura que tomó su cuerpo para embalsamarlo, probablemente ante la sorpresa y la burla de otros.

En esta semana santa encontrémonos con Jesús muerto y resucitado y reaccionemos, comprometámonos con el Señor Jesús.