Muestra de las obras de San Efrén

Títulos de la Vírgen Santísima
 
Fue un gran amante de la Virgen María y en sus escritos vemos la profunda veneración que ya se le tenía en el siglo IV. San Efrén compuso, ya en el año 333, una lista en verso de los más bellos títulos que los cristianos otorgaban a la Stma. Virgen:
 
"Señora Nuestra Santísima, Madre de Dios, llena de gracia: Tú eres la gloria de nuestra naturaleza humana, por donde nos llegan los regalos de Dios. Eres el ser más poderoso que existe, después de la Santísima Trinidad; la Mediadora de todos nosotros ante el mediador que es Cristo; Tú eres el puente misterioso que une la tierra con el cielo, eres la llave que nos abre las puertas del Paraíso; nuestra Abogada, nuestra Intercesora. Tú eres la Madre de Aquel que es el ser más misericordioso y más bueno. Haz que nuestra alma llegue a ser digna de estar un día a la derecha de tu Único Hijo, Jesucristo. Amén!!"  Ver también: Madre de Dios
 
Sobre el aposento donde tuvo lugar la Ultima Cena. 
 
¡Oh tú, lugar bendito, estrecho aposento en el que cupo el mundo!  Lo que tú contuviste, no obstante estar cercado por límites estrechos, llegó a colmar el universo.  ¡Bendito sea el mísero lugar en que con mano santa el pan fue roto!  ¡Dentro de ti, las uvas que maduraron en la viña de María, fueron exprimidas en el cáliz de la salvación!
 
¡Oh, lugar santo!  Ningún hombre ha visto ni verá jamás las cosas que tú viste.  En ti, el Señor se hizo verdadero altar, sacerdote, pan y cáliz de salvación.  Sólo El bastaba para todo y, sin embargo, nadie era bastante para El.  El Altar y cordero fue, víctima y sacrificador, sacerdote y alimento . . .
 
Descripción de Jesucristo siendo azotado.
 
Tras el vehemente vocerío contra Pilatos, el Todopoderoso fue azotado como el más vil de los criminales.  ¡Qué gran conmoción y cuanto horror hubo a la vista del tormento!  Los cielos y la tierra enmudecieron de asombro al contemplar Su cuerpo surcado por el látigo de fuego, ¡El mismo desgarrado por los azotes!  Al contemplarlo a El, que había tendido sobre la tierra el velo de los cielos, que había afirmado el fundamento de los montes, que había levantado a la tierra fuera de las aguas, que lanzaba desde las nubes el rayo cegador y fulminante, al contemplarlo ahora golpeado por infames verdugos, con las manos atadas a un pilar de piedra que Su palabra había creado.  ¡Y ellos, todavía, desgarraban sus miembros y le ultrajaban con burlas!  ¡Un hombre, al que El había formado, levantaba el látigo!  ¡El, que sustenta a todas las criaturas con su poder, sometió su espalda a los azotes; El, que es el brazo derecho del Padre, consintió en extender sus brazos en torno al pilar.  El pilar de ignominia fue abrazado por El, que sostiene los cielos y la tierra con todo su esplendor.  Los perros salvajes ladraron al Señor que con su trueno sacude las montañas y mostraron los agudos dientes al Hijo de la Gloria.
 
El  "Testamento de San Efrén"
 
Este documento nos revela el carácter del santo escritor.  A pesar de que, posiblemente, haya sufrido alteraciones y agregados en fechas posteriores, no hay duda de que en gran parte, como afirma Rubens Duval, considerado como una autoridad en la materia, es auténtico, sobre todo los pasajes que reproducimos aquí.  San Efrén hace un llamado a sus amigos y discípulos, en tono emocionado y de profunda humildad:
 
 No me embalsaméis con aromáticas especies, porque no son honras para mí.  Tampoco uséis incienso ni perfumes; el honor no me corresponde a mí.  Quemad el incienso ante el altar santo: A mí, dadme sólo el murmullo de las preces. Dad vuestro incienso a Dios, y a mí cantadme himnos.  En vez de perfumes y de especias, dadme un recuerdo en vuestras oraciones . . .  Mi fin ha sido decretado y no puedo quedarme. Dadme provisiones para mi larga jornada: vuestras plegarias, vuestros salmos y sacrificios. Contad hasta completar los treinta días y entonces, hermanos haced recuerdo de mí, ya que, en verdad, no hay más auxilio para el muerto sino el de los sacrificios que le ofrecen los vivos.