Miércoles 12 de Julio de 2017

En aquel tiempo, llamando a sus doce discípulos, les dio poder sobre los espíritus inmundos para expulsarlos, y para curar toda enfermedad y toda dolencia. Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo que le entregó. A éstos doce envió Jesús, después de darles estas instrucciones: “No toméis camino de gentiles ni entréis en ciudad de samaritanos; dirigí-os más bien a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Id proclamando que el Reino de los Cielos está cerca”.

Comentario:

En alguna ocasión nos debe haber ocurrido que estamos en medio de un lugar con mucha gente y alguien nos llama, pronuncia nuestro nombre. Quizá la primera experiencia es sorprendernos: ¿quién en medio de esta multitud me está llamando?, ¿quién se ha fijado en mí? ¿Qué querrá decirme? Por eso escuchar hoy en el Evangelio que Jesús llama a cada uno de sus apóstoles por su nombre es importante. El Señor se toma el tiempo de dar los nombres de cada uno. Por lo tanto no es simplemente una lista de nombres ilustres. Esto nos debería recordar que a cada uno de nosotros también nos ha llamado por nuestro nombre. Jesús también se ha fijado en ti porque eres importante para Él, no le eres indiferente. Quizá nadie jamás ha pronunciado tu nombre con tanto cariño como Jesús de Nazaret lo ha hecho contigo.

Y el Señor nos llama por nuestro nombre porque la misión que nos quiere encargar es muy personal. Jesús quiere continuar su obra reconciliadora en la tierra, a través de cada uno de nosotros. Porque quiere amar a los demás a través tuyo. Porque te ha nombrado embajador de su amor. Por eso les dice a sus apóstoles: "les he dado poder, autoridad sobre los espíritus inmundos y para curar toda enfermedad y dolencia". ¿Cómo utilizo ese poder, esa capacidad de amar, de curar, de reconciliar, de traer la paz? ¿Vivo de verdad como embajador del amor de Dios? No olvidemos que Dios nos ha hecho partícipes de su misión, somos co-rresponsables con Él en esta misión salvífica. ¿Usamos responsablemente los dones que Dios nos ha dado? ¿Vivimos en clave de servicio y amor con nuestros hermanos?

P. Juan José Paniagua