Lunes 29 de Mayo de 2017

En aquel tiempo, los discípulos dijeron a Jesús: “Ahora sí que hablas claro, y no dices ninguna parábola. Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios”. Jesús les respondió: “¿Ahora creéis? Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo!: yo he vencido al mundo”.

Comentario:

Cuando leemos los Evangelios, llama la atención, porque parece como si las Escrituras se esforzaran en mostrarnos tantas veces los defectos de los apóstoles. Los Evangelios nos cuentan que los apóstoles eran necios, muchas veces no creían, se ponían a discutir entre ellos por el camino, uno negó a Jesús, el otro lo traicionó, etc. Y cabría preguntarse, ¿por qué Jesús escogió a hombres tan pecadores e imperfectos para confiarles uno de sus legados más preciados?: la Iglesia.

La respuesta es clara: porque así somos los miembros de la Iglesia. Somos pecadores, con debilidades, con imperfecciones. Así somos todos los seres humanos. Una Iglesia constituida por hombres perfectos, no existe. Porque lo que hace grande a la Iglesia no es la perfección de sus miembros, sino que Cristo está en Ella, la anima y la hace santa con su presencia. En el Evangelio de hoy vemos una vez más que los apóstoles no entendían bien todavía cómo eran las cosas. Le dicen a Jesús, poco antes de que este comience su pasión: "ahora sí que hablas claro... por eso creemos". Jesús los va a cuestionar: "¿ahora creéis?" ¿Creen que ahora sí tienen una fe sólida? No es así, ahora que empiecen los problemas van a ver cómo me van a abandonar. Pero ánimo, (aquí viene lo interesante) en mi encontraréis la paz, "yo he vencido al mundo". Ése es el gran mensaje que Jesús nos deja hoy.

Nosotros también somos pecadores y necios como los apóstoles. Creemos que muchas veces ya lo sabemos todo. Pero nuestra grandeza no está en lo perfectísimos que seamos, sino en que a pesar de nuestras debilidades, sea Jesús quien reine, sea Él el centro de nuestras vidas. En eso consiste la paz que Jesús ha venido a traernos. Porque la paz no es que no hayan problemas, que todo sea marea tranquila, ¡eso no existe! Problemas, momentos de dolor y sufrimiento siempre van a existir. ¿Qué es la paz? La paz es vivir en comunión con Dios. La verdadera paz consiste en vivir reconciliados con Dios. Esa es la paz que tenemos que buscar incansablemente. Cuando conocemos la paz que nos da Jesús ya no deseamos otra cosa. Basta recordar lo que sentimos después que nos confesamos, salimos en paz, la paz verdadera, es la paz que buscamos.

P. Juan José Paniagua