Lunes 13 de Febrero de 2017

Entonces llegaron los fariseos, que comenzaron a discutir con él; y, para ponerlo a prueba, le pedían un signo del cielo. Jesús, suspirando profundamente, dijo: "¿Por qué esta generación pide un signo? Les aseguro que no se le dará ningún signo". Y dejándolos, volvió a embarcarse hacia la otra orilla. 

Comentario:

Imagínate por un momento que tienes una voz asombrosa y vas a cantar en un gran auditorio lleno de gente. Tu público te está esperando. La orquesta entera te aguarda para acompañarte con la música. Entonces tendrías que hacer como todo cantante que sabe, tienes que pedir una señal, que el director de la orquesta te haga el gesto para que sepas cuándo empezar. Ese gesto es importante, porque da confianza y seguridad, porque sabes que vas a poder empezar a la par con los músicos, porque quieres ir al compás de la melodía, no quieres salirte, no quieres desentonar, quieres que tu voz pueda hacer un todo armonioso con la orquesta entera.

Sin embargo, con los fariseos del Evangelio de hoy, no era así. Ellos también estaban pidiendo una señal, pero no para seguir con mayor firmeza el compás del Señor, no para estar afinado con su Plan de amor, sino era al revés. Querían que Dios se acomode a sus exigencias, que Dios vaya a su ritmo. No estaban dispuestos a esperar, a seguir los tiempos del Señor. No tenían ese valor, ese coraje que nos lleva a ser pacientes. 

Y algo parecido nos puede pasar a nosotros, sobre todo en los momentos difíciles, porque queremos que Dios se manifieste de inmediato, que nos muestre sus señales. Quisiéramos que Dios ya de una vez desenrede todos nuestros problemas. Pero nos olvidamos que a veces los tiempos de Dios son distintos a los nuestros.

Seamos pacientes y tengamos coraje. Estas dos virtudes que son tan necesarias, la paciencia y la valentía. Virtudes que se forjan en los momentos difíciles. Y pidámosle al Señor siempre, pero no le exijamos que las cosas se den a nuestros ritmos, como nosotros quisiéramos que se den, con las señales que nosotros esperamos. Veamos más bien que Dios nos ha dado ya la gran señal, el gran milagro para que creamos, suficiente, que es Él mismo, que se ha hecho hombre, que se ha quedado en un pedazo de pan para darnos vida.

P. Juan José Paniagua