Laboriosidad: Ir a las causas, sin quedarse sólo en lo académico

Muchas veces queremos curar el sarampión granito a granito, y no puede ser: es preciso ir a las causas. Un niño sano a esta edad, en un ambiente normal, debe querer estudiar; lo contrario indica alguna anormalidad.

Cuando un niño de esta edad no estudia debe pensarse que tiene un problema, y es preciso descubrirlo cuanto antes.

Estando en contacto con su tutor o sus profesores, no es difícil saber qué es lo que pasa. Lo que hay que evitar es pretender curarle a base de remedios superficiales.

No podemos pretender arreglar las cosas resolviéndose los problemas de matemáticas, dictándole la redacción o haciéndoles la lámina de dibujo. Ni tampoco con la comodidad de poner un profesor particular, si el problema es que no le da la gana esforzarse por atender en clase.

Las causas del bajo rendimiento escolar suelen tener mucho que ver con la falta de virtudes básicas: laboriosidad, orden, pureza, reciedumbre, fortaleza, optimismo, etc. Hay que enseñarles a estudiar y, sobre todo, hacer todo lo posible por actuar sobre el verdadero problema de fondo y consolidar aquellas virtudes básicas que echemos más en falta.

- ¿Por qué no concretas?

¿De verdad quieres ejemplos de contradicciones educativas? Seguro que muchos te resultarán familiares. Por ejemplo:

- Si resulta que come siempre lo que le da la gana, fuera de hora, y a su capricho..., luego no te quejes de que sea tan blandito que no aguante ni quince minutos estudiando;

- si se pasa la tarde en casa en pijama, estudia tumbado en la cama, y cuando se sienta en el sofá adopta siempre posturas hiperperezosas..., luego no te extrañe que no sea capaz de vencer la pereza para hacer esas tareas de clase o preparar aquel examen. Hazle luchar contra la pereza en todo; recuerda aquello de que la pereza seduce; el trabajo satisface.

- Si se pasa el día con la cabeza en otro mundo, distraído, viendo horas y horas la televisión, escuchando música a todo volumen o con sus auriculares hasta altas horas de la noche, sin exigirle que participe en el ambiente familiar..., luego no te maravilles de que sea bohemio, esté lleno de fantasías y que no logre concentrarse ni cinco minutos seguidos en clase, en el estudio, o en la lectura de ese libro que le han mandado comentar en el colegio;

- si se ha pasado la vida sin guardar ningún orden, dejando tiradas su ropa y sus cosas del colegio, sin sujetarse a un horario..., pueden ser ésas las causas de su actual descuido y desorden integral en los estudios.

Ante el fracaso escolar hay que volver la vista hacia el conjunto de la educación del chico, no solo hacia los libros, las horas de estudio y los profesores.

Es un error grave preocuparse sólo de las notas. Hay padres que, cuando van al colegio, sólo preguntan por las calificaciones, las recuperaciones y el profesor de matemáticas. Piensan en la carrera que hará, pero no en el tipo de persona que será. Y no les importa si su hijo es buen compañero, o leal y sincero con los amigos.

Como padre, o como madre, debes preocuparte de saberlo. Entérate, por ejemplo, de si ya ha aprendido a dejar el bolígrafo o unos rotuladores o ese libro a sus compañeros de clase. Preocúpate por saber si lleva ya al colegio, para jugar con todos sus amigos, aquel balón que le han regalado en su último cumpleaños.

No resulte que esté convirtiéndose en un egoísta avaro de sus libros, de sus rotuladores o de su balón de reglamento.

Porque las notas suelen ser muchas veces consecuencia de los demás. Y, aunque no fuera así, ¿de qué serviría tener un hijo premio Nobel si luego es egoísta, está lleno de orgullo, o es un envidioso?

- Oye, que no todos los problemas serán de falta de voluntad o de virtudes...

Cierto. Hay también -con menor frecuencia- problemas de aprendizaje (generalmente de lectoescritura, comprensión, memoria y atención) que pueden agudizarse a estas edades. A veces se ponen de manifiesto estas dificultades coincidiendo con el año en que en el colegio pasan al sistema de un profesor por asignatura. Es cuestión de acudir entonces a un gabinete psicotécnico de confianza.

 

Por Alfonso Aguiló 
Tomado de "Tu hijo de 10 a 12 años"