La huída a Egipto

El evangelista san Mateo relata la llegada a Belén de los reyes magos, y su retorno a su patria, realizada por otro camino. Luego agrega a renglón seguido: “una vez que partieron, un ángel del Señor apareció en sueños a José y le dijo: Levántense, tomen al Niño, huyan a Egipto y permanezcan ahí hasta nuevo aviso, porque Herodes va a buscar al Niño para matarlo. José se levantó, tomo al Niño, y a su Madre, y se retira a Egipto. Ahí se quedó hasta la muerte de Herodes, para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por medio de su profeta: “llame a mi hijo de Egipto”

Esta disposición providencial era precisa para probar la fe de san José. En una revelación precedente, el ángel le había dicho: “Le impondrán por nombre Jesús, que significa Salvador, al hijo que la Virgen ha concebido, porque debe salvar a su pueblo de sus pecados. Ahora bien, después de haber anunciado que Jesús salvaría a su pueblo, el ángel le ordenó entonces huir a Egipto para sustraer al Niño al furor de Herodes. Si es Salvador, ¿Por qué no se salvaría a sí mismo? ¿Y si está en capacidad de proteger su vida, qué razón tiene para huir?

Ese misterio recordaba la tentación de Abrahán. Dios había prometido a Abrahán que de su hijo Isaac nacería el Mesías, y que serían benditos todos los pueblos. Luego, en una aparición posterior, le mandó sacrificar ese mismo hijo. De la misma manera, José glorifica a Dios mediante la confianza que tuvo en Él, a pesar de las dudas que asaltaban su espíritu. Al no objetar nada del precepto que el ángel le comunicaba por parte de dios, mostró la perfección de su fe y la delicadeza de su obediencia.

Jesucristo, nuestro redentor, habría podido enviar la orden a José de huir al Oriente, a los Estados de los reyes Magos, para pasar su infancia en condiciones más llevaderas que en Egipto. Con toda seguridad esos santos reyes, que habían ido a un país extranjero para rendir pleito de homenaje al recién nacido, designado por la estrella, y reconocerlo como Dios, no habrían dejado de adorarlo y colmarlo de honres, si se hubiese requerido su hospitalidad. Pero el hijo de Dios, vino a este mundo para condenar, mediante su ejemplo, la molicie y sensualidad, eligió un lugar de retiro para que mediante una incomodidad voluntaria, nos enseñara a despreciar las comodidades.

“José, levántate, huye a Egipto, y permanece allí hasta que recibas otra orden”. El ángel no indica cuál será la duración de la estancia en Egipto, porque Dios quiere que cualquiera este enteramente entregado a su voluntad, incluso estar dispuesto a sufrir el tiempo que a Él le plazca. Esta disposición es favorecida por el alma fiel, porque aun en los casos que sus sufrimientos debieran ser cortos, tendría el mérito de aceptar los más prolongados, en el caso de que se los hubiera destinado las Providencia

No está en los hombres conocer el tiempo y los momentos que el Padre se ha reservado. Que le baste saber, como consuelo, que están en manos del mejor de los padres.

Abrahán se levantó de noche para obedecer las órdenes de Dios, y José hizo lo mismo, porque ambos estaban ciegamente sometidos. Abrahán no dio a conocer a Sara lo que iba a acre, para que el amor maternal no pusiese obstáculos a su obediencia. José, por el contrario, se dirigió a María, sabiendo que el dolor que sentiría por este viaje, por ella y por su hijo, no disminuiría su perfecto abandono a la voluntad de Dios.

Menos humilde, la Virgen habría podido concebir alguna desavenencia respecto de lo que el ángel decía a José más que a la Madre de Dios. Pero ¿cómo habría en su ama otro cosa que no fuera una perfecta e inmediata adhesión a todo o que había sido ordenado por el señor? Por otro lado, ya que José había recibido el encargo de gobernar a la Sagrada familia, ¿no era a él, primeramente, a quien la Providencia debía manifestar sus designios?

Bastó a la Virgen, para obedecer al punto, saber que esa era la voluntad de Dios y, sin detenerse a considerar las inconveniencias del viaje y las dificultades que les esperaban, consoló a su esposo y se dispuso a partir con él, dándonos así el más perfecto ejemplo de sumisión ciega y pronta. En su empeño de obedecer a Dios y en su confianza en su Providencia, no se inquietaron ni de sus pobres pertenencias, ni de sus parientes, ni de sus amigos, absortos en la preocupación de conservar el divino tesoro, que encerraba todas las riquezas del cielo,

Los musulmanes, al igual de los cristianos griegos y larinos, tienen gran veneración por una gruta situada cerca de Belén, sobre la ruta de Hebrón, donde se dice que la Santísima Virgen se ocultó con su Hijo mientras san José iba a buscar en la ciudad las provienes para ganar la tierra de exilio. Según muchos autores nuestros santos viajeros pasaron por Hebrón, donde vivía el sacerdote Zacarías; le explicaron el motivo de su huida, y le recomendaron proteger a Juan Bautista contra el furor de Herodes. Sin duda esos dos niños, que un misterioso efluvio de gracia los había puesto ya en relación mutua, cuando estaban en el seno de sus madres, se dieron entonces un tierno abrazo, mediante el cual Jesús comunicó a Juan la fuerza para vivir en el desierto desde tierna edad y ser admirado, por ello, en el cielo y en la tierra! ¡Oh admirable precursor, eres verdaderamente el privilegiado de Dios! Quiere Dios ordenar la partida de su Hijo para Egipto, y se contenta con diputar a un ángel. Y para pedirte que vayas al desierto, te envía a su propio Hijo, en compañía de su santísima Madre y de San José.


Traducido al francés por José Gálvez Krüger para ACI Prensa